LA RÍA DE BILBAO.ACUARELA DE PALOMA ROJAS

miércoles, 3 de febrero de 2010

VARIACIONES

PASEAR PARA CONOCER

Era observadora por naturaleza. Los largos paseos paralelos al malecón le daban ocasión de ejercitar su innato interés por lo que la rodeaba. La actitud de las distintas parejas con las que se cruzaba en su cotidiano caminar, le captaba la atención. Era, además, un modo de entretener el aburrimiento de las marchas solitarias.
Admiraba a aquellos matrimonios enfrascados en diarias conversaciones, ajenos a lo que les rodeaba. En ocasiones se trataba de personas con muchos años de convivencia pero que habían mantenido la sabiduría necesaria para continuar compartiendo absorbentes intereses comunes. Transmitían compenetración. El interés por lo que el otro pensaba no había perecido sino incrementado. Nunca parecían aburridos aunque fueran en silencio. Podían discutir o discrepar pero no había amargura, sino exposición de distintos puntos de vista enriquecedores para ambos; las voces no se alteraban

Podía constatar que el silencio no es siempre sinónimo de incomunicabilidad; puede ser muestra palpable de una mutua complementariedad que no necesita de constantes palabras para decir: "te sigo queriendo, soy feliz contigo". Se expresa en la mirada que no busca nada externo a su propio mundo común, en la sonrisa que vaga por el rostro y le infunde una expresión alegre, en la atención prestada, en la risa abierta.

En otras ocasiones había otros silencios que transmitían tedio: comprobada la limitación de los campos vitales que se pueden abordar con el otro ya no hay nada más que decir; se conoce bien la respuesta siempre ramplona, abocada a las cuatro paredes que conforman la capacidad receptiva del otro. La convivencia es rutinaria, conformista, resignada - en el caso de que uno de ellos tuviera inquietudes que le gustaran compartir.

Se conmovía ante los casos en los que ninguno de los dos cónyuges parece poseer grandes bagajes culturales o profesionales pero están contentos el uno con el otro, dentro de un ambiente de pequeños asuntos cotidianos. Ambos se conforman con tópicos manidos. Pero no están defraudados porque no esperaban ni buscaban más el uno en el otro.

Comprobar la irritante imagen de la mujer manipuladora, complicada, que no aclara por qué esta ofendida o enfadada, sino que mantiene una actitud de "tu sabes por que" sin explicación lógica, le producía accesos de genio. Nada más desesperante para cualquier ser humano y más aún para un hombre normalmente directo, claro y descomplicado, que no acertar a entender qué se ha podido hacer para que ella reaccione de esa forma. Tenía fundadas sospechas de que en cierta medida esto atrae a la parte masculina, como si detrás de toda esa inexplicada actitud femenina existiera la promesa de un campo inexplorado y emocionante: parte del misterio femenino.
La mujer que contempla muda este tipo de actuaciones, siente vehementes deseos de desvelar a gritos "no le hagas caso, todo es una pose para volverte loco, no hay nada enriquecedor detrás de esa desconcertante conducta. Simple capricho y deseo de causar inquietud y demostrar dominio". Pero sabia que hubiera sido inútil porque hay algo seductor en la incertidumbre.

Consideraba algo embarazosamente ridículo al hombre fatuo de voz campanuda que se las daba de ser un experto en cualquiera de los campos que se estuvieran tratando, sentando cátedra, como quién enseña a una ignorante mujer, que le da sopas con honda, pero es lo suficientemente inteligente como para callarse y no dejarle en evidencia.
Sin embargo le conmovía la admiración sencilla de la mujer poco culta, que considera que todo lo que su hombre dice o hace - o dice que hace -, le produce una reverente admiración ancestral por el sexo supuestamente fuerte, en términos físicos.

Y finalmente le producía una pena grande el hombre humillado por una mujer déspota que le ponía en evidencia ante amigos y conocidos sin que él pudiera dar la adecuada respuesta enérgica que hubiera constituido un agravio público u le hubiera dejado en berlina a su cónyuge.
Se podía ver de todo en sus diarios paseos; la mujer subyugada, el hombre atontado por la despampanante apariencia de su novia o amiga, la inteligente mujer que no demuestra serlo. Los seres con caras inteligentes y los que tenían expresiones algo embrutecidas pero confiaban en que su voz potente acallaría a sus oponentes. El graciosillo sin gracia. La sosa con un físico encantador. La que no da importancia a su apariencia externa. La que vive para ser mirada y contemplada. La que equivocadamente piensa que seguir la moda le favorece cuando precisamente resalta todos los defectos que sería mejor permanecieran ocultos. La mujer con elegancia innata que deja un rastro de buen gusto sin pretenderlo.

Era aburrido pasear forzosamente pero le proporcionaba un cierto conocimiento del ser humano.

Y eso era muy interesante

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