LA RÍA DE BILBAO.ACUARELA DE PALOMA ROJAS

martes, 30 de junio de 2009

VARIACIONES

LA ARROGANTE IGNORANCIA

PRIMERA PARTE

En el año 1960 realizó una excursión a Austria con un grupo de amigos. Consistía en visitar una pequeña parte del país trepando a las montañas y recorriendo sus valles.

En uno de los Hostales de estudiantes en los que se alojaron se encontró con un muchacho británico con el que entabló conversación; estaba intrigado porque no conseguía adivinar su nacionalidad: el acento no le delataba, aunque el pelo negro y tez cetrina le hacían pensar que era mediterránea. Ella le aseguró que era europea. En su indagación recorrió todos los países continentales, excepto el de su interlocutora.

Con desesperación comentó que en su interrogatorio ya había recorrido todos los países europeos y se preguntaba de donde demonios era. Le contestó con humor que del único que no había mencionado.

Pero ni siquiera con esta pista conseguía adivinar su procedencia.

Cuando se dio por vencido, ella declaró su origen. Con tono despreciativo y decepcionado por haber perdido tanto tiempo intentando adivinar algo que no tenía entidad ni lugar en el mundo, el hijo de Albión le espetó: "¡¡ Ah, pero eso no es Europa!!".

No se enfadó. Había pasado el suficiente tiempo en Inglaterra como para saber que su país - España - era considerado en aquellas fechas, subdesarrollado e incivilizado. Así que continuó la conversación, interesándose por su trabajo y su motivación para visitar Austria con una tropel de niños a su cargo.
Ante su asombro y regocijo contestó que era profesor de Geografía.

Soltó una carcajada.

Y allí le dejó rodeado de sus alumnos que probablemente habrán sido los más firmes opositores a la integración de Gran Bretaña en la Unión Europea.

No se puede esperar otra cosa de alguien que desconoce los países del continente al que pertenece.

miércoles, 24 de junio de 2009

VARIACIONES

DUEÑA DEL MUNDO

Se había librado del ambiente opresor de su propio entorno. Hacía unos meses que había tomado la decisión de trasladarse a otro país e intentar ganarse la vida, lejos de su familia, de las antiguas amigas impuestas por las circunstancias y de las nuevas y verdaderas amigas buscadas y descubiertas por ella misma.

Ahora se sentía ligera, dueña de sí misma, plena de vida y de poder, libre de los prejuicios sociales de una ciudad de provincias.

No conocía a nadie o casi nadie en la ciudad cosmopolita, pero no le importaba. Ella sí les conocía. Podía adivinar acertadamente sus vidas, sus trayectorias, su grandeza, las pequeñas historias personales.

Y cuando se conoce se posee.

El mundo era suyo.

Los miraba con superioridad: "no soy nadie para vosotros, solo una extranjera sin importancia, pero yo sí sé quienes sois, conozco vuestras capacidades, vuestras limitaciones, vuestro injustificado orgullo, vuestras mezquindades y vuestras grandezas.
Sois admirables en algunos aspectos y despreciables en otros. Miráis por encima del hombro y hacéis caso omiso de quien pasa a vuestro lado. Si me hubierais conocido en mi país de origen, vuestra actitud cambiaría a un talante servil y halagador, mucho menos sincero".

Siguió andando por una de las arterias principales de la metrópoli, llena de una muchedumbre abigarrada y reverberante.

Se irguió con orgullo, miró al frente retadoramente, su cuerpo se movía con agilidad, seguridad, con la gracia y fuerza de las personas dueñas de sí mismas.

Nadie se enteró pero ella había ganado la batalla y era la dueña del mundo.

De su mundo irreal e ilusorio.

jueves, 18 de junio de 2009

VARIACIONES

SU HISTORIA

El río corría paralelo al paseo, los arboles proporcionaban sombra y traían el ambiente del campo a la ciudad marítima.

Los mismos transeúntes todos los días. Iban a paso ligero en direcciones opuestas.
La rutina diaria era siempre la misma: el hombre joven venia del mar al interior. La mujer madura, del núcleo urbano hacia el mar.

Observaba su seriedad, su buen ver, el paso ligero y lleno de la fuerza de una persona en plenitud de facultades.

Un día cualquiera de aquel invierno, apareció una chica joven en el horizonte. El y ella se saludaron; parecían conocerse de una manera superficial. Continuaron juntos el camino hacía el interior de la ciudad. La conversación era irrelevante, rutinaria, simple intercambio de formalidades.

El invierno avanzaba, ahora no se encontraban, sino que aparecían juntos desde el principio del paseo.
La conversación era animada, tenían temas comunes, compartían ideas; sonreían, reían, no se fijaban en el resto de los transeúntes.

Llegó la primavera: la mujer madura sonrió al ver que la distancia física entre ambos era cada vez más estrecha, hasta que acabaron enlazados por la cintura ó cogidos de la mano. Sólo tenían ojos el uno para el otro. La complementariedad era evidente. La conversación fluía, la relación era juguetona, el juego eterno del coqueteo cristalizado en una relación declarada y explicitada.

Llegó el verano con su época de vacaciones y las normales huidas hacia otros horizontes.

El otoño los trajo otra vez al mismo paseo. La relación era ahora más consolidada, menos alborotada, más serena. Se esperaban al principio del paseo para arremeter el camino juntos. A veces era ella la que llegaba jadeante, otras veces era él quien se retrasaba algo. Una vez juntos se cogían de la mano y seguían su conversación interrumpida el día anterior.

Inesperadamente, hacia la mitad del otoño, la mujer madura observó que en algunas ocasiones, uno de ellos recorría el camino en solitario. Pero al día siguiente, volvían a encontrarse y entrelazar las manos y acompasar el paso. La conversación era más serie, menos fluida, las sonrisas menos frecuentes, las miradas cómplices se habían tornado inquisitivas, interrogantes.

Llegó el invierno, con su aire húmedo y sus rachas de viento gélido. Durante días consecutivos, solo apareció él en el paseo. Su paso era rápido, decidido; su mirada seria, distante. No había expectativa en su mirada ni el alegre paso despreocupado de una persona llena de planes sin contornos.

Ella no volvió a aparecer. La mujer madura tan solo la vio en algunas ocasiones sueltas en una calle paralela, dirigiéndose hacia el centro urbano por el interior de la ciudad.
Estaba seria, iba a su ocupación. Había perdido el andar ligero y juvenil. Seguía manteniendo la cabeza erguida. Pero su expresión revelaba el paso de la experiencia y desilusión. Era más madura, más precavida, menos espontánea, estaba herida.

"La misma historia de siempre" pensó la mujer.

No, no era eso. Para ellos había sido "su historia". Uno de los eslabones que conformarían su vida. Dejaría huella, crearía antecedentes, aportaría experiencia. Quizás no iba a marcar sus vida de una manera definitiva, pero añadiría un elemento más a su bagaje vital.

No hay una "Historia de siempre".
Existe "Mi historia".


martes, 9 de junio de 2009

VARIACIONES

EL VACIO DE LA AUSENCIA

Sabía que era inútil volver a abrir la puerta que con un portazo había cerrado tras de sí.

Entrar de nuevo no proporcionaría ninguna vuelta al pasado; la casa ya no era la misma, la desoladora desnudez la hacia impersonal, no quedaba rastro de sus habitantes, se había barrido todo signo de identidad. Era como un rostro sin facciones.

La marcha de los seres queridos trajo la desconcertante ausencia irreparable, los recuerdos ya no podrían tornar a materializarse jamás.

Era la desaparición de las raíces que le habían proporcionado su propia identidad.

Miró al frente y llamó al ascensor. Pulsó el timbre que indicaba planta baja.

Se despidió del portero y le entregó las llaves.

La luz entraba a raudales por la puerta del portal.

Bajó los pocos escalones que le condujeron a la calle.

Salió hacia ella, hacía la esperanza, hacia el futuro, hacia la vida.

Así les hubiera gustado a ellos, los ausentes, que ella actuara.

No volvió la cabeza.

Sabía que ahora era la raíz de un nuevo árbol, el rodrigón que tenía que sostener a los que aún vivían.