LA RÍA DE BILBAO.ACUARELA DE PALOMA ROJAS

domingo, 20 de diciembre de 2009

MISCELÁNEAS

Hace unos días una mis compañeras de los cursos de "Las Aulas de la Experiencia" de la UPV me reprochó suavemente, que tenía algo descuidado este blog, en beneficio de mi otro blog QUINCE POR CUATRO.
Tengo que reconocer que es cierto, pero obedece al hecho de que este ultimo reclama que escriba algo cada vez que tiene lugar una actividad, mientras que INTENTOS DE ESCRITORA queda a merced de mis deseos o de mi inspiración. Posiblemente me falta falta tiempo y me sobra indisciplina.
Tengo que reconocer que es mucho más fácil dar cuenta de las actividades y subir vídeo o fotografías que dar forma a un pensamiento.
Pero el pequeño rapapolvos ha surtido efecto y me ha lanzado a afinar un par de cosas que tenía en barbecho hasta darles formas.

VARIACIONES

AUSENCIA.

Hablar de ausencia, es hablar de lo inexistente, lo intangible, lo irrecuperable, lo que ya no es.
Pasar por delante de la casa cerrada proporciona un sentimiento de soledad, de perdida definitiva. Los momentos pasados son irrepetibles. El tiempo se ha escapado, se ha consumido; no va a volver. Es irretornable.
Quedan muchas cosas no expresadas, no preguntadas, no explicadas que nunca serán ya aclaradas. La razón es siempre la misma: no parecía el momento oportuno, la situación adecuada. Y de este modo van quedando incógnitas que jamas serán desveladas. Osar traerlas a primer plano es atentar contra el pacto tácito no verbalizado.

Con el paso de los años el sentimiento de despedida definitiva surge cada vez que una situación toca a su fin: unas vacaciones con la familia, un reencuentro inesperado, un trabajo compartido que se da por finalizado con la correspondiente despedida de los asistentes .......
La casi absoluta seguridad de que no volver a verse, gravita en el ambiente aunque la declarada intención de los participantes sea hacerlo.

Pero allá en el fondo, la conciencia los reconoce como deseos irrealizables, proyectos que se saben vanos, pero utilizados como defensa ante la realidad implacable de que las cosas son finitas. Mecanismo que ayuda a paliar la dura realidad de lo que se sabe inviable, con la coraza de los engañosos planes de futuros reencuentros.
Así se mitiga la desolación de la separación, de la debilidad de la vida, de las ocasiones que nunca se volverán a repetir, que no surgirán.

La vida sigue fluyendo y no da ocasión de volver a repetir el mismo itinerario.

jueves, 17 de diciembre de 2009

MUY FELICES NAVIDADES PARA TODOS AQUELLOS QUE VISITAIS MI BLOG

DE TODO CORAZÓN OS DESEO UNAS MUY FELICES NAVIDADES. QUE EL NIÑO DIOS NOS AYUDE EN NUESTRO DIARIO CAMINAR.


viernes, 11 de diciembre de 2009

VARIACIONES

DOLOR MÁS ALLA DE LAS LÁGRIMAS.

Le había dejado sentado en su butaca acostumbrada: bien aseado, bien afeitado, con aspecto descansado y tranquilo. Como siempre, delante de él el periódico que ya nunca podría leer - la enfermedad había destruido su capacidad de comprensión - pero que formaba parte de su entorno habitual, lo que conocía, lo que le daba puntos de referencia y hacía sentir que estaba en un ambiente seguro y familiar.

Ella se afanaba atendiendo a las demandas de la atención de la casa y los distintos asuntos a solucionar. Cada vez que en su trajinar pasaba por el cuarto de estar, miraba hacia él y sonreía, como si su sonrisa pudiera caldearle el corazón. Algún pequeño comentario brotaba espontaneo, en su empeño por mantener la ilusión de que, de algún modo, aún participaba de los intereses comunes.

Una llamada telefónica que le retuvo alejada de él más tiempo de lo ordinario. Volvió a pasar delante de la puerta abierta: la butaca estaba vacía. Lo vio caído en el suelo, de costado. Inmóvil, paciente, silencioso, desconcertado, sin quejarse.

Corrió hacía él. Sintió un dolor agudo, sin palabras.

La expresión de sus ojos le taladró el corazón. Era la mirada de un ser desvalido, e indefenso, sin recursos, vencido, que, como un niño pequeño, no sabe reflejar lo que le ocurre, pide ayuda sin palabras, refleja desamparo.

No dio paso a que su dolor pudiera convertirse en consciente porque no hubiera podido podía soportarlo. Se puso en acción inmediatamente. Intentó levantarlo pero no tenía fuerzas. Pidió ayuda. Le sentaron en la butaca otra vez: No parecía que nada se hubiera roto. No se quejaba, era como si fuera insensible al dolor.
Por la noche al meterlo en la cama, apareció un gran moratón en su brazo izquierdo, sobre el que había caído. No había salido ningún sonido de queja de sus labios entonces pero ahora hizo un gesto de dolor.

El recuerdo de su mirada vacía y desamparada quedo impresa en su memoria, mirada de niño, que no sabe, ni entiende, ni espera comprender qué le ha pasado.

Le hubiera gustado llorar pero no podía.
Había aprendido hacía tiempo que hay penas que están más allá de las lagrimas. Son demasiado profundas para poder expresarse.