LA RÍA DE BILBAO.ACUARELA DE PALOMA ROJAS

viernes, 23 de marzo de 2012


ALGUIEN TENÍA QUE HACERLO.


LAURO. ACUARELA DE PALOMA ROJAS
Un día, dos días tres días, veinte días de nieve;  hasta las proximidades del 16 de diciembre. No se sabe exactamente la fecha, pero en fin, 15,16 o 17, uno de esos tres días,-o quizás en fechas más próximas a la Navidad-,  al anochecer, cuando la casa se hallaba envuelta en profunda calma,  Monsieur Dubois abrió cautelosamente  el postigo de la ventana de la cocina. Le había parecido escuchar  la caída de  algo duro, que en  aquel vacío y  sobrecogedor silencio blanco,  restalló  como un latigazo. Escudriñó las tinieblas que ocultaban el prado nevado,  a la izquierda de la casa.  La luz del hogar proyectó un levísimo haz de luz hacia el exterior, que la nieve convirtió  en un destello.
A media altura de la ventana, unas botas, a las que seguían unos pantalones de basto  paño, se balanceaban  sobre  las bajas ramas del viejo abeto, pegado a la pared de la casa. 
Corrió al piso de arriba. Abrió la ventana de par en par. El frió era congelador. La oscuridad lo envolvía todo. Echó mano de un candil. Sus dedos temblaban y no acertaba a encender la mecha. Trastabilló hasta lograrlo. A su luz contempló un espectáculo macabro. 
Frente a él,  colgando de la copa del abeto, y pendiendo de una gruesa cuerda, el cuerpo de un hombre se balanceaba suavemente. Un gorro de lana cubría su cabeza y una gran estrella de papel dorado estaba adherida a él. De  la boca – en un rictus de sonrisa siniestra- pendía una pipa encendida, que  los dientes ennegrecidos  parecían morder   con fuerza.    Los brazos, colgando  inertes a lo largo de su cuerpo, y su largo  gabán de  tosca lana,  estaban cuajados de adornos de Navidad: bolas rojas, plateadas, verdes,   pequeñas estrellas doradas,   lazos de variados colores, figuritas de papa Noel.
  
No cabía duda, se trataba de  Chichiliane. 
   
 Dubois  miró hacia  el suelo. Algo que no había registrado al principio,   le llamaba  la atención ahora. Vio una piña al pie del árbol. Una sola. La que él había oído caer. Observó con creciente  inquietud que  no había huellas  de rastros  humanas sobre la nieve que  cubría todo el prado, ni tampoco  alrededor del abeto. Parecía la obra de un espíritu maligno y vengativo.

¿Quien podía haber hecho esto a Chichiliane?

--“Podía ser cualquiera”, pensó, “es un hombre odioso y odiado”.

Esperó al amanecer. Recorrió el perímetro de la casa para ver si había alguna señal de pisadas o algo que pudiera dar pistas sobre lo que había ocurrido. Ante su asombro no encontró ningún indicio de que alguien hubiera estado merodeando la finca. Las únicas huellas que ahora se veían eran las suyas. 
Se dispuso a descolgar el cuerpo del árbol.  Apoyó una larga escalera de mano  al abeto, y con gran esfuerzo, logró desatar la cuerda que le unía a la copa. Como pudo bajó  con el cadáver hasta  depositarlo en el suelo, donde lo tendió. Chichiliane resultaba todavía más grotesco: la mirada congelada, la sonrisa sardónica, la pipa pegada a sus dientes con engrudo casero, la nariz afilada, mechones de pelo asomando por debajo de la estrella dorada. 
  
Observó entonces que un papel asomaba por el bolsillo del gabán. Tiró de él y leyó lo que decía: ALGUIEN  TENÍA QUE HACERLO.

Inmediatamente  bajó al pueblo para buscar ayuda y comunicar lo sucedido a las autoridades locales. La nieve acumulada hacía difícil  el descenso. Llegó jadeante y alterado. Contó su historia en la gendarmería.   Decidieron enviar varios hombres del retén. El juez del distrito se personó también aunque horas más tarde. 
  
Nadie lamentó la muerte de Chichiliane; hombre avaricioso, siempre dispuesto a enzarzarse en litigios por parcelas  de tierras que, despóticamente,    reclamaba como suyas.  Vivía solo   en el centro  del pueblo, aunque se rumoreaba que tenía mucho dinero oculto en algún escondite de   su mísera casa.

Todo el pueblo sospechó de Dubois. Nadie creyó en su inocencia: sus pisadas lo delataban, no había otras huellas,  y, sobretodo, sus frecuentes  rencillas con Chichiliane eran conocidas por   todos.  Fue acusado de homicidio y  condenado a cadena perpetua. Murió  en la cárcel al cabo de los años,  proclamando su inocencia.

Su casa  quedó deshabitada ya que no  se halló   ningún pariente que reclamara la    herencia.  En  el pueblo corría un rumor de que la casa estaba encantada, habitada por espíritus. Alimentaban  esta superstición las historias de algunos vecinos, que decían ver en las noches, a través de las ventanas,  luces mortecinas, que se encendían y   apagaban. Ningún vecino se  atrevía a acercarse a la casa. Solamente algunos chiquillos del pueblo osaban aventurarse a trepar  por el empinado camino y acercarse a la finca, en los atardeceres de los  meses de primavera y verano, cuando aún había luz. Contaban atemorizantes  historias de  huellas de pisadas rodeando la casa y perdiéndose junto a la escalera  de mano que llevaba a la habitación del segundo piso. 
Los más fantasiosos  aseguraban que en los aniversarios de la noche del crimen, una voz potente  resonaba en el valle. Y todos coincidían en decir que, simultáneamente,  ráfagas de impetuoso viento traía las palabras de ALGUIEN TENÍA QUE HACERLO,  que rebotaban en los tejados y paredes de las pequeñas casas del pueblo. 

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***Hoy  traigo a colación  un trabajo realizado para el Taller de Escritura Creativa. A partir de un capitulo  parcial, de una obra  de Jean Giono, tomando como principio  las tres última líneas, teníamos que continuar la historia relatada hasta entonces.
Esta fue la mía.  
Pero mientras la corregía, se me ocurrió que podía alargarla y dar un final distinto. 
Así pues en esta entrada subo lo realizado para el Taller y en otro capitulo sucesivo, continuaré con la segunda parte. 
Ya me diréis si preferís solo una parte  u os parece que queda más acabada con la parte añadida.

viernes, 16 de marzo de 2012

RESULTADOS DEl I CERTAMEN DE MICRORRELATOS DE VENTA DE PISOS



MARINA. ACUARELA DE PALOMA ROJAS


No ha podido ser.
Me hubiera encantado conseguirlo. Decir lo contrario hubiera sido  una solemne mentira. 
Pero cuando he leído los tres relatos ganadores, he comprendido por qué. 
Son ingeniosos, inesperados, humorísticos.
Y se desarrollan en un piso. 
Agradezco de todo corazón los comentarios que me habéis enviado. Han sido muy animantes.
Y como en  la acuarela  de Paloma Rojas, el horizonte está siempre abierto a nuevos intentos. 
Una vez oí  a alguien decir irónicamente  :"De fracaso en fracaso, hasta la derrota final". Allá vamos, pues.
Muchas gracias a todos de todo corazón