LA RÍA DE BILBAO.ACUARELA DE PALOMA ROJAS

sábado, 26 de noviembre de 2011

VARIACIONES

RETORNO



Mansión Isabelina

No sabe   que es lo que le  hizo  recordar    un  pasado ya casi olvidado. Ha transcurrido tanto tiempo que casi parece  parte de  un sueño irreal. No entiende bien porque regresa buscando los girones de  un recuerdo envuelto en la niebla fluctuante  de su memoria.
Ha vuelto a  bajar del mismo tren en la misma estación. Oscurece. Las tardes en Inglaterra son muy cortas. Un coche le recoge y silenciosamente atraviesa el pueblo. Tampoco esta vez puede  hacerse una idea precisa de cómo es. Las ventanas iluminadas   dejan ver el interior de los hogares de  chimeneas encendidas. Con prudente velocidad el  vehículo deja  el casco urbano para adentrarse en campo abierto.
Reclina   la cabeza en el asiento y se  relaja mientras cruza a través de pintorescos y pequeños  pueblos. Absorta,    contempla en la lejanía las casas de campo diseminadas en el paisaje. Verdes  praderas las rodean y  lindes  de arbustos  separan las propiedades.

La solitaria y silenciosa  carretera, que recordaba tan bien,  serpentea  bajo altísimos árboles centenarios que  unen sus ramas, a muchos metros de altura, emulando   la nave central de una iglesia gótica.

Otra vez es sorprendida por el inesperado giro a la derecha que le conduce por un estrecho camino asfaltado, que desemboca en  una explanada ovalada rodeada de rododendros. Ya ha anochecido y  la entrada principal  al Manor de planta isabelina, apenas se ve.  Varias ventanas emplomadas lanzan una débil luz sobre la explanada. A su luz mortecina puede ver el llamador  de la puerta principal: una alargada barra de hierro terminada en una circunferencia. Tira de ella con timidez  como lo hizo aquella primera vez.
Al poco tiempo la puerta le abren y  vuelve a contemplar el largo corredor empanelado al que dan acceso las puertas del salón principal -con el piano de cola situado junto a la gran ventanal que se abre  al jardín -  la biblioteca, el antecomedor que, a su  vez,  da paso al amplio comedor  de ventanas emplomadas. En  una inmensa chimenea arde un reconfortante fuego que deja entrever  entre sus llamas el escudo, forjado en hierro, de la familia.
En el extremo izquierdo    del corredor arranca  una amplia escalera con balaustrada de madera  que se bifurca  en otras dos que conducen  al primer piso. En este se encuentran las habitaciones principales, amplias y amuebladas con buen gusto.
Con sigilo abre la puerta de la habitación  tan conocida, que le trae el recuerdos del pasado. 
Abre una de las ventanas y contempla el jardín que se despliega a sus pies. A   la luz de la luna puede distinguir el parterre, lleno de plantas del tiempo. Los  árboles centenarios con sus ramas desnudas, trenzan un precioso encaje a través del cual contempla la luna llena. La verde pradera  se desliza con suavidad hasta desaparecer de la vista,  talud abajo. Al fondo, en la lejanía, brillan las pequeñas luces parpadeantes  de una aldea lejana.
El silencio se hace oír en esta soledad oscura. Un quieto  silencio lleno  de tensión, de promesas imprecisas, se apodera de la noche.
En el extremo derecho del jardín hace su aparición la figura blanca que parece  deslizarse sobre  el césped.  Sus movimientos son armoniosos y llenos de encanto. El vaporoso vestido flota a su alrededor dejando una estela de luz a su paso.   Avanza hacia la casa sin rozar el suelo.
No siente  inquietud, solo expectación. La frágil figura sigue avanzando, pasa debajo  de su ventana. Ahora puede oír el tenue sonido de la tela al rozar las florecillas ocultas en la hierba. Se  dirige hacia el extremo izquierdo de la casa. Desaparece en el recodo. 
Oye como la puerta principal se abre y  los suaves pasos se encaminan hacia el salón.
Segundos más tardes empieza el concierto. La música  invade la casa, en un estallido de armonía,  fuerza y pasión. Se mete por los resquicios del techo, trepa por las paredes,  sube hasta su habitación.
Vencida  por su amor a la música  corre  escaleras abajo. Sigilosamente gira la manilla de la puerta del salón y se desliza dentro. La etérea  interprete  se recorta contra  la blanca  luz de la luna; inmersa en un mundo de belleza, se inclina sobre el teclado olvidada de la realidad que le rodea.
No sabe cuánto tiempo ha pasado. El tiempo no existe cuando el placer y la   belleza se apoderan de nosotros. Simplemente se vive.
El silencio vuelve a oírse. No osa moverse, permanece rígida en un rincón del salón. La figura blanca se acerca a ella. Le sonríe: “Has vuelto. Estaba segura de que algún día lo harías. Mañana recomenzaremos las clases”.
Y la gran Andropova se aleja con su andar evanescente. La sonrisa aún permanece en su rostro.
Por fin  sabe por qué ha vuelto.

domingo, 6 de noviembre de 2011

ESCRIBIR A VOLEO




PESCANDO CHIPIRONES. ACUARELA DE PALOMA ROJAS


Uno de los trabajos que tuve que realizar en el curso de Escritura Creativa, ha sido el siguiente. La profesora dictaba a voleo cualquier palabra que cruzara por su mente y los alumnos teníamos que  elaborar un relato al hilo  de este dictado. 

Las palabras subrayadas son las dictadas. Las frases son mías. 

La escarola estaba sin hacer. Yo trepaba por las paredes con el enfado pero tenía que llegar a una amnistía con mi marido para no darle una patada en el tobillo. Siempre se portaba como un mamarracho de brillantes ideas pero habitante de   la estratosfera y actuaba en silencio como un murciélago. El bebé prefería los garbanzos pero él  no comprendía   que los estaba pidiendo, hasta que con un escalofrío se dio cuenta de que estaba azul  y casi ahogándose.

El ejercicio a realizar a continuación era  elaborar una historia partiendo de alguna y de todas las frases trenzadas durante el dictado. 

ESTO ES TODO LO QUE CONSEGUÍ REALIZAR.

Tienes   que desarrollar una idea basada en frases hilvanadas sin sentido. Pero     ¿cómo puedes estructurar una historia que encierre cierta consistencia  cuando el presunto guión  de la misma es absolutamente incoherente?

No es que te falten ideas pero todas son bastante desatinadas  y además unas se solapan con las otras de tal forma que la anterior queda borrada por la posterior. Lo peor es que  las posibles historias  pueden brotar  con la misma velocidad  como la conversación de la vieja amiga de tu madre que habla sin puntos ni comas,  para luego caer en el más absoluto olvido  de lo que ha dicho, y rebatir con gran convicción que ella no ha podido decir esas cosas, cuando nunca las ha pensado. 

Añade  a esto  un temperamento secundario que requiere tiempo para reaccionar  y poner en pie una escrito que contenga cierta entidad y  sentido.  Y si sumas a lo anterior  que  por falta de entrenamiento y preparación, la elaboración de cualquier relato te lleva muchas horas,  el resultado es absolutamente desolador.

Porque, vamos a ver, analizando cada una de las frases escritas,  la escarola no se hace, sino que se prepara o se aliña pero no se cuece.
     
Parece ser que trepaba por la pared porque  el  marido era culpable del desaguisado  y a la mujer  le  hacia falta recobrar la paz para no hacérselo notar de una manera violenta. 

La idea más interesante, es la frase  es la que define al hombre: un ser hueco, un soñador inútil, que no pisa la tierra, que te la juega sin que sepas por donde va a venir el siguiente golpe o sorpresa. Incapaz de darse cuenta de lo que ocurre alrededor y de saber que su hijo prefiere  los garbanzos a la escarola. La  rabieta del niño  le pasaba desapercibida y si no llega a ser porque acaba por darse cuenta de que   está a punto de axfisiarse, le hubiera dejado morir sin advertir  de que lo estaba haciendo.

Y lo peor de todo es que  cuando los asistentes a la clase comiencen a leer sus escritos, todos tendrán unas historias bien trazada, enfocadas de mil formas distintas y con finales originales e inesperados que te dejan   ponderando  como  demonios las han podido crear.