LA RÍA DE BILBAO.ACUARELA DE PALOMA ROJAS

domingo, 28 de febrero de 2010

VARIACIONES

PERDONARSE A SÍ MISMA


Inesperadamente los hechos de su vida destacaban en su autentico valor, desnudos de imaginaciones que los convirtieran en relevantes. No eran tan importantes, ni trascendentales, ni tan sinceros, ni tan nobles.
Su conducta no siempre había sido irreprochable, como había juzgado. Muchas de las motivaciones de sus actos, no habían sido tan puras, ni tan desinteresadas. Había muchos deseos de ser apreciada, admirada.
Sin embargo, los demás habían sabido quererla como era, aunque ellos sí que le habían visto objetivamente y sin adornos.

Tenia que aprender a aceptarse como era, asumir esa imagen imperfecta que ahora identificaba como propia. Sin razonamientos que acabaran en justificación de sus yerros. Reconocer no ser una persona impecable a quien nadie pudiera acusar de error. Aceptar que había cosas por las que necesitaba ser perdonada por los demás. Y conceder que los demás habían sido capaces de perdonarle y amarla tal cual era.

Necesitaba descubrir que lo que nos hace valiosos a los seres humanos, es identificar nuestra verdad. Y esta verdad descubierta nos proporciona el don de la libertad: la de admitir lo que somos sin tener que fingir ante los demás o ante nosotros mismos, ni vivir en tensión para ser fieles a la imagen autocreada.

Su orgullo no le había permitido hacerlo hasta entonces. Era demasiado perfeccionista para ello. Y se había vuelto dura.

Ahora percibía que necesitaba aprender a perdonarse a sí misma.

viernes, 26 de febrero de 2010

VARIACIONES

REENCUENTRO FRUSTRADO





La he vuelto a ver. La mujer miniatura. A la salida del metro.

Pasó rauda a mi lado sin que yo lo advirtiera. Hecho no muy sorprendente: esta vez no se le oía: todo era silencio a su alrededor.

Nada de mandíbulas de león , acabando con el inocente chicle. Ni voz estridente.

Eso sí, falda mini, leggings marrones, esta vez enfundados en un par de botas. Fue lo que me hizo reconocerla.

No pude darle alcance: demasíadas parejas subidas en el mismo escalón, excesivo número de gente metida en kilos que insiste en hablar con la amiga que va en el escalón de inferior, despistados que piensan que la escalera automática es propiedad privada.

A la salida, no había rastro de mi vieja amiga.

Creo que le estoy cogiendo cariño a está enérgica miniatura.

Le voy a echar de menos



sábado, 13 de febrero de 2010

VARIACIONES

SORPRESA EN EL METRO

Ayer volví a coger el metro.

Y no ocurrió nada.

Nadie hablaba en alta voz, Ni mascaba chicle. Ni emulaba a la locomotora de vapor emitiendo sonidos insoportables . Ni denostaba a los obreros inmigrantes. Ni se empeñaba en que todos estuviéramos enterados de las contrariedades diarias. Ni daba recados profesionales. Ni consejos. Ni terminaba la conversación con el consabido " bueno, ya hablaremo"(Me pregunto yo, ¿qué estaban haciendo hasta entonces?).

Esta vez tuve la oportunidad de sumergirme en mi libro y disfrutar de una historia de espionaje, situada en fechas inmediatamente anteriores al estallido de la Segunda Guerra Mundial.

Tengo que admitir que tanta paz me produjo un profundo sopor.

Dormí profundamente.

Sencillamente, me aburrí. Fue un viaje sin emociones.


Mi madre tenía razón cuando me reprochaba: "eres el espíritu de contradicción"

viernes, 12 de febrero de 2010

VARIACIONES

EL ENCANTO DE LO GENUINO




Sereno atardecer del mes de agosto. Silencio en Zell am See.

A orillas del lago, sentados sobre el pretil que lo rodea y en la hierba del parque que se extiende alrededor, un grupo de seis estudiantes extranjeros, descansaba después de un día dedicado a andar por los montes austríacos. Habían realizado una marcha de ocho horas, recorriendo los pintorescos pueblecitos vecinos, hasta alcanzar la cima de un 1.500.

Ahora disfrutaban de un descanso merecido antes de acercarse al centro del pueblo y cenar en una típica cervecería austríaca. Una buena ducha caliente y su juventud habían despejado cualquier rastro de cansancio.

Se habían parado cerca del lago, atraídos por la serenidad de la noche estrellada, el buen olor de la hierba, y la brisa cálida que aliviaba el calor del día. Se podía oír el rumor de los remos de pequeñas embarcaciones batiendo el agua a ritmo acompasado, que el silencio del momento hacía aún más patente. Las voces que subían hasta la orilla, eran suaves y apagadas.

Las luces del pueblo centelleaban en la lejanía y las estrellas lucían en un cielo de intenso azul oscuro.

Los seis jóvenes amigos entonaron una canción típica de su tierra. Las voces armónicas, entonando con natural espontaneidad una melancólica melodía, sonaban claras y cadenciosas; la sorpresa inesperada de un coro invisible, en aquella noche llena de paz y sosiego.

Se acalló el ruido del agua rasgada por los remos. Los botes se fueron acercando a la orilla sigilosamente. Excepto por las voces, todo era silencio acariciador y expectante; parecía que el mundo, en suspenso, hubiera enmudecido, ante el encanto de lo sencillo, de lo genuino.
El inesperado público era austríaco y es bien sabido su amor por la música.
Al acabar la balada sonaron unos aplausos inesperados que rompieron el encanto del momento mágico.

Hubo un intercambio de enhorabuenas y agradecimientos.
El mundo volvía a su ritmo normal pero el alma había sido tocada por la belleza.

martes, 9 de febrero de 2010

VARIACIONES

PRODUCTORA DE SONIDO.

Definitivamente, estoy llena de manías.

Como tantas otras veces- más bien siempre- cuando me desplazo a la ciudad cercana, cojo el metro.
Mientras esperaba en la estación, inmersa en mi lectura, aprovechando los pocos ratos que puedo robar a mi ajetreada vida, había notado sin saberlo, una pequeña figura de mujer, que intentaba convertir su minifalda en una maxifalda a base de tirar de ella.

Cuando las puertas del vagón se abrieron y tuve que abandonar mi lectura para poder subirme al metro, observé que la mujer-miniatura, enfundada en unas medias gordas de lana por debajo de la minifalda, tiraba inmisericorde de ella, que no cedía a ningún empujón perentorio. Sencillamente, no había suficiente tela.

Tuve la suerte de encontrar un asiento y cuando ya me disponía a zambullirme en mi libro, observe, esta vez, claramente que la ahorradora de paño, se sentaba frente a mi.

Nada que objetar por mi parte. Tenía una cara vivaz y enérgica.

Sonó su móvil. Nada que objetar tampoco, para eso están los móviles, para que nos cojan allá donde estemos, en movimiento.

Me asombró la cantidad de sonido que podía producir aquel cuerpo tan menudo. Era un chorro de voz sin modular, agudo, penetrante, imparable. Como el resto de los viajeros, me enteré de que su interlocutor/a debía esperarle "en la puerta más abajo de aquella otra donde habían firmado el contrato de alquiler". Naturalmente, me enteré de que no tenía casa propia. Cosa que me parece muy bien. Tampoco tengo nada que objetar a esto. Cada cual tenemos lo que podemos o lo que elegimos.

El siguiente paso que efectuó mi pequeña vecina de asiento, fue meterse un chicle en la boca y comenzar a despedazarlo con las poderosas y chirriantes fuerza de la mandíbula de un león, pero eso sí, con la boca bien abierta, de par en par, cosa que un león no creo que lograra realizar de forma tan completa. El ruido era atronador. Casi no podía escuchar a mi detective preferido.

Levanté la mirada con sorpresa y me encontré con un rostro aún más asombrado: el de otro vecino de asiento; miraba atónito y sin pestañear a la productora de sonido que generaba semejante estrépito.

La paz y el silencio no llegaron hasta que me encontré en la calle, escuchando - libremente esta vez - a los coros de Santa Águeda.

He debido de ser seriamente atacada por la incontrolada manía de la armonía.

viernes, 5 de febrero de 2010

VARIACIONES

"SANTAGUEDA"

Ayer, al anochecer, me encontraba en la Parte Vieja de mi viejo Bilbao. Iba presurosa a mi clase de música, llegaba tarde; me había olvidado de que era la víspera de la noche de "Santagueda", como lo pronunciaba de niña.

Los alegres grupos formados por hombres, mujeres y niños, vestidos con trajes típicos y los recios bastones me retrotrajeron a mi niñez. Pero algo había cambiado.

Mi recuerdo era distinto a lo que ahora veía.

A mi habitación de niña, inmersa en la oscuridad, llegaban las voces masculinas, fuertes y viriles, que me transmitían ecos, entonces inconscientes, de mis raíces ancestrales.

Era una noche especial y mis padres venían a buscarme para que, envuelta en mi bata de noche, asomada al balcón, tiritando de frío y expectación, pudiera contemplar aquel grupo de hombres solemnes, serios, situados en el centro de la plaza oscura, perpetuando un rito que se perdía en el pasado.
El ritmo marcado con sus bastones, en medio de un silencio respetuoso, no interrumpido por ningún vehículo inoportuno, me emocionaba sin poder dar razón de ese sentimiento.

Ayer me volvió a emocionar. Pero ahora el ambiente es más jolgorioso. Se celebra con alegría, con menor seriedad. Hay más luz, hay niños, mujeres, hombres jóvenes y viejos. Entonces todos me parecían viejos.

Pero no me transportan a esos orígenes perdidos en la niebla de la Historia.

miércoles, 3 de febrero de 2010

VARIACIONES

PASEAR PARA CONOCER

Era observadora por naturaleza. Los largos paseos paralelos al malecón le daban ocasión de ejercitar su innato interés por lo que la rodeaba. La actitud de las distintas parejas con las que se cruzaba en su cotidiano caminar, le captaba la atención. Era, además, un modo de entretener el aburrimiento de las marchas solitarias.
Admiraba a aquellos matrimonios enfrascados en diarias conversaciones, ajenos a lo que les rodeaba. En ocasiones se trataba de personas con muchos años de convivencia pero que habían mantenido la sabiduría necesaria para continuar compartiendo absorbentes intereses comunes. Transmitían compenetración. El interés por lo que el otro pensaba no había perecido sino incrementado. Nunca parecían aburridos aunque fueran en silencio. Podían discutir o discrepar pero no había amargura, sino exposición de distintos puntos de vista enriquecedores para ambos; las voces no se alteraban

Podía constatar que el silencio no es siempre sinónimo de incomunicabilidad; puede ser muestra palpable de una mutua complementariedad que no necesita de constantes palabras para decir: "te sigo queriendo, soy feliz contigo". Se expresa en la mirada que no busca nada externo a su propio mundo común, en la sonrisa que vaga por el rostro y le infunde una expresión alegre, en la atención prestada, en la risa abierta.

En otras ocasiones había otros silencios que transmitían tedio: comprobada la limitación de los campos vitales que se pueden abordar con el otro ya no hay nada más que decir; se conoce bien la respuesta siempre ramplona, abocada a las cuatro paredes que conforman la capacidad receptiva del otro. La convivencia es rutinaria, conformista, resignada - en el caso de que uno de ellos tuviera inquietudes que le gustaran compartir.

Se conmovía ante los casos en los que ninguno de los dos cónyuges parece poseer grandes bagajes culturales o profesionales pero están contentos el uno con el otro, dentro de un ambiente de pequeños asuntos cotidianos. Ambos se conforman con tópicos manidos. Pero no están defraudados porque no esperaban ni buscaban más el uno en el otro.

Comprobar la irritante imagen de la mujer manipuladora, complicada, que no aclara por qué esta ofendida o enfadada, sino que mantiene una actitud de "tu sabes por que" sin explicación lógica, le producía accesos de genio. Nada más desesperante para cualquier ser humano y más aún para un hombre normalmente directo, claro y descomplicado, que no acertar a entender qué se ha podido hacer para que ella reaccione de esa forma. Tenía fundadas sospechas de que en cierta medida esto atrae a la parte masculina, como si detrás de toda esa inexplicada actitud femenina existiera la promesa de un campo inexplorado y emocionante: parte del misterio femenino.
La mujer que contempla muda este tipo de actuaciones, siente vehementes deseos de desvelar a gritos "no le hagas caso, todo es una pose para volverte loco, no hay nada enriquecedor detrás de esa desconcertante conducta. Simple capricho y deseo de causar inquietud y demostrar dominio". Pero sabia que hubiera sido inútil porque hay algo seductor en la incertidumbre.

Consideraba algo embarazosamente ridículo al hombre fatuo de voz campanuda que se las daba de ser un experto en cualquiera de los campos que se estuvieran tratando, sentando cátedra, como quién enseña a una ignorante mujer, que le da sopas con honda, pero es lo suficientemente inteligente como para callarse y no dejarle en evidencia.
Sin embargo le conmovía la admiración sencilla de la mujer poco culta, que considera que todo lo que su hombre dice o hace - o dice que hace -, le produce una reverente admiración ancestral por el sexo supuestamente fuerte, en términos físicos.

Y finalmente le producía una pena grande el hombre humillado por una mujer déspota que le ponía en evidencia ante amigos y conocidos sin que él pudiera dar la adecuada respuesta enérgica que hubiera constituido un agravio público u le hubiera dejado en berlina a su cónyuge.
Se podía ver de todo en sus diarios paseos; la mujer subyugada, el hombre atontado por la despampanante apariencia de su novia o amiga, la inteligente mujer que no demuestra serlo. Los seres con caras inteligentes y los que tenían expresiones algo embrutecidas pero confiaban en que su voz potente acallaría a sus oponentes. El graciosillo sin gracia. La sosa con un físico encantador. La que no da importancia a su apariencia externa. La que vive para ser mirada y contemplada. La que equivocadamente piensa que seguir la moda le favorece cuando precisamente resalta todos los defectos que sería mejor permanecieran ocultos. La mujer con elegancia innata que deja un rastro de buen gusto sin pretenderlo.

Era aburrido pasear forzosamente pero le proporcionaba un cierto conocimiento del ser humano.

Y eso era muy interesante