LA RÍA DE BILBAO.ACUARELA DE PALOMA ROJAS

sábado, 28 de febrero de 2009

LIBRO ELECTRÓNICO



En uno de mis posts anteriores anuncié el experimento realizado entre mi hermano y yo, "RECUERDOS INOLVIDABLES", fue escrito para la Asignatura de Literatura del Tercer Curso de "Las aulas de la experiencia" que UPV lleva a cabo para personas mayores ya retiradas o que han entrado en el estadio de la Tercera Edad.

Como en el año anterior, envié a mi hermano estos "RECUERDOS INOLVIDABLES". Tuvo la buena idea de sugerirme el realizar un libro electrónico, en el que él daría la replica a los pequeños artículos escritos por mi, sumando así nuestros recuerdos infantiles.

En la introducción a mi blog comenté iba a presentar trabajos bajo dos títulos principales: "LO QUE NO SE OLVIDA" y VARIACIONES". Ahora añado otro apartado titulado "SOURVENIRS D'ENFANCE" Recuerdos a cuatro manos.

Espero que os guste. Para mi fue un disfrute hacerlo y compartirlo con mi hermano.

miércoles, 18 de febrero de 2009

LO QUE NO SE OLVIDA

JUGUETES

No tenía hermanos pero sí imaginación.

Tenía que divertirme yo sola y lo conseguía: en el Colmado de juguete hacía de vendedora y compradora, colocándome detrás del mostrador para dar la bienvenida al cliente; cambiando de posición y situándome delante del mostrador cuando era el turno de la compradora. Cuando me cansé de él, lo traspasé y convertí en Mercería: de cocinera en la cocina de juguete pasaba a comensal. Ponía distintas voces a las muñecas para diferenciar cual de ellas hablaba. A la hora del baño, acarreaba conmigo a la bañera la ropa de las muñecas, la fregaba con fruición para hacer más llevadera esta operación diaria. La consecuencia era que todo iba encogiendo de tal forma que la hacían inservible.

Pero lo que me lleno de desconsuelo fue la perdida de los platos de una vajilla de madera diminuta que amaba apasionadamente. Habían interrumpido mi juego con ella para sacarme a la calle. Obedecí con reticencia, pero en contrapartida insistí en llevar bien apretados en el puño algunos de los platos. Quería tener conmigo lo que tanto quería; no podía separarme de ello como quien no puede separarse de una amiga de la niñez o de un novio en la adolescencia.

Cuando regresé a casa, después del paseo y de ver escaparates, comprobé con gran sobresalto que mi mano estaba vacía: los platitos habían desaparecido. Lloré desconsoladamente, como sólo se puede llorar cuando se es niño, sin inhibiciones, sin disimulos, con hipidos, con desesperación.
Mi madre intentaba consolarme, asegurando que se podían comprar otros iguales, pero yo insistía que no quería otros, quería aquellos. Eran los que yo amaba.

He podido comprobar que a lo largo de la vida surgen situaciones semejantes: no valen las sustituciones, se quiere lo que se poseía, lo que era el objeto de amor. Nada semejante nos consuela, tan sólo es válido el original.

jueves, 12 de febrero de 2009

LO QUE NO SE OLVIDA

INAPETENCIA

No había nacido inapetente, pero después de un tratamiento con sulfamidas por alguna dolencia que no recuerdo, me quede sin apetito. Desde entonces las comidas fueron para mí un calvario.
A esto se unía el que mi madre, ante lo que parecía era un hecho irremediable, no quería que su única hija fuera una niña mimada e insoportable. Sospecho que había decidido que si no podía conseguir que la familia creciera, por lo menos no iba a permitir que yo fuera inaguantable. Estaba absolutamente decidida a no tener una hija consentida.

Las mayores batallas para alcanzar este objetivo se concentraban en las horas de la comida; tenía que comer de todo y no dejar nada en el plato. Lo que no hubiera comido al mediodía me esperaba para la merienda, y si no para la cena y así sucesivamente. Todavía recuerdo con asco los pálidos "morros" que me miraban desde el plato con lo que a mí me parecían pelos saliendo por las fosas nasales.
La tenacidad de mi madre combatía en silenciosa lid con mi terquedad invencible. Cuando llegaba la hora de salir a pasear por la tarde, me deslizaba silenciosamente de la silla del comedor hasta que mis cortas piernas tocaban el suelo. A la vuelta me seguía esperando el plato en la mesa. Retrepaba en la silla y me volvía a sentar frente a él, con la boca firmemente cerrada, dispuesta a otra larga batalla para no ceder en mi objetivo.

En algunas ocasiones tenía la suerte de que mi padre estuviera en casa y entonces las cosas eran más llevaderas. Sin desautorizar a mi madre, se sentaba cerca de mí y con paciencia y buen humor iba repartiendo lo sobrante de la comida entre un primo gordito y comilón, él y yo.
Cuando el plato quedaba vacío y limpio, llamaba a mi madre y decía alegremente: "mira, el plato ya está vacío". Mi madre participaba en el juego y daba por terminada la guerra. El agradecimiento a mi padre era inmenso aunque silencioso. Sesenta y cinco años más tarde, aún recuerdo estas batallas con cariño y una sonrisa.

viernes, 6 de febrero de 2009

"LO QUE NO SE OLVIDA"


En mi primera entrada anuncié que iba a presentar en este blog una colección de recuerdos de mi infancia titulados "LO QUE NO SE OLVIDA". Se trata de un trabajo que presenté para la asignatura de Literatura de "Las aulas de la Experiencia" de la UPV de Bilbao. Le gustaron a la profesora - Sorkunde Francés - y yo me alegré porque lo que había hecho era recoger por escrito lo que tenía en mi corazón y lo había hecho con sinceridad y simplicidad, de manera directa y llana. Tal como lo recordaba. No había literatura elaborada ni situaciones ficticias.

Sorkunde nos dejó inesperadamente. Yo creo que todos los alumnos nos sentimos sobrecogidos. Era una mujer vital, retadora llena de planes, optimista, con una aparente salud de hierro. Disfrutaba declamando poesía o prosa. Y con su personalísima manera de ser nos miraba a los alumnos durante el tiempo de clase lanzándonos miradas desafiantes para ver si respondíamos a sus pullas y sacaba algo de nosotros. Quiero imaginar que cuando terminó el curso estaba contenta de lo que había logrado hacer de nosotros.

Esto ocurrió en el segundo curso de la Diplomatura. En el tercero, le entregué otro trabajo titulado "RECUERDOS INOLVIDAB LES", otra serie de rememoraciones de mi niñez. Este lo que gustó aún más y me dejó una nota escritA animándome a escribir.

Curiosamente, también a mi hermano le gustó. Me propuso hacer un libro electrónico entre los dos; a cada uno de mis cortos relatos él daría la replica. Todavía no ha salido el libro electrónico, pero cuando esté listo, lo sacaré en este blog, si es que logró aprender a colgarlo.

Me hubiera gustado regalar a Sorkunde un ejemplar en papel pero no he llegado a tiempo. De todas formas ella sabe que le agradezco de corazón su empujón y su ánimo.
Ahora paso al primer capítulo de "LO QUE NO SE OLVIDA"

PEQUEÑOS CONFLICTO

Esta vez se había equivocado.
Hasta entonces, tener razón era algo inalcanzable, un muro inexpugnable. Tuve que rendirme ante la imposibilidad de que aceptara mis opciones.
Pero está vez no.
Y ocurrió de forma incontestable
Al salir de casa, había sugerido llevar un jersey porque presentía - con convicción instintiva, casi física- que iba a llover.
Pero mi madre me contestó que no hacía falta, que eran caprichos míos. Fruto de mi terquedad.
Como siempre, discutí, manteniendo mi opinión, pero fue inútil. Allí fui, a pasar la tarde fuera de casa, con los brazos al aire. Debía de ser primavera avanzada.
Y llovió.
Y me mojé,
Y estornudé
Y me constipé.
Por primera vez, a los seis años, saboreé el triunfo de la victoria.
Mi madre tuvo el acierto de reconocer su error.
Hasta ese momento, mi vida había consistido en constantes fracasos ante la indestructible opinión de los mayores. Parecían tener la exclusiva del conocimiento y de los aciertos.
Por fin, los hechos confirmaban mi intuitivo sentido de la justicia e hice un descubrimiento muy importante: los mayores no siempre tenían razón