LA RÍA DE BILBAO.ACUARELA DE PALOMA ROJAS

viernes, 6 de febrero de 2009

"LO QUE NO SE OLVIDA"


En mi primera entrada anuncié que iba a presentar en este blog una colección de recuerdos de mi infancia titulados "LO QUE NO SE OLVIDA". Se trata de un trabajo que presenté para la asignatura de Literatura de "Las aulas de la Experiencia" de la UPV de Bilbao. Le gustaron a la profesora - Sorkunde Francés - y yo me alegré porque lo que había hecho era recoger por escrito lo que tenía en mi corazón y lo había hecho con sinceridad y simplicidad, de manera directa y llana. Tal como lo recordaba. No había literatura elaborada ni situaciones ficticias.

Sorkunde nos dejó inesperadamente. Yo creo que todos los alumnos nos sentimos sobrecogidos. Era una mujer vital, retadora llena de planes, optimista, con una aparente salud de hierro. Disfrutaba declamando poesía o prosa. Y con su personalísima manera de ser nos miraba a los alumnos durante el tiempo de clase lanzándonos miradas desafiantes para ver si respondíamos a sus pullas y sacaba algo de nosotros. Quiero imaginar que cuando terminó el curso estaba contenta de lo que había logrado hacer de nosotros.

Esto ocurrió en el segundo curso de la Diplomatura. En el tercero, le entregué otro trabajo titulado "RECUERDOS INOLVIDAB LES", otra serie de rememoraciones de mi niñez. Este lo que gustó aún más y me dejó una nota escritA animándome a escribir.

Curiosamente, también a mi hermano le gustó. Me propuso hacer un libro electrónico entre los dos; a cada uno de mis cortos relatos él daría la replica. Todavía no ha salido el libro electrónico, pero cuando esté listo, lo sacaré en este blog, si es que logró aprender a colgarlo.

Me hubiera gustado regalar a Sorkunde un ejemplar en papel pero no he llegado a tiempo. De todas formas ella sabe que le agradezco de corazón su empujón y su ánimo.
Ahora paso al primer capítulo de "LO QUE NO SE OLVIDA"

PEQUEÑOS CONFLICTO

Esta vez se había equivocado.
Hasta entonces, tener razón era algo inalcanzable, un muro inexpugnable. Tuve que rendirme ante la imposibilidad de que aceptara mis opciones.
Pero está vez no.
Y ocurrió de forma incontestable
Al salir de casa, había sugerido llevar un jersey porque presentía - con convicción instintiva, casi física- que iba a llover.
Pero mi madre me contestó que no hacía falta, que eran caprichos míos. Fruto de mi terquedad.
Como siempre, discutí, manteniendo mi opinión, pero fue inútil. Allí fui, a pasar la tarde fuera de casa, con los brazos al aire. Debía de ser primavera avanzada.
Y llovió.
Y me mojé,
Y estornudé
Y me constipé.
Por primera vez, a los seis años, saboreé el triunfo de la victoria.
Mi madre tuvo el acierto de reconocer su error.
Hasta ese momento, mi vida había consistido en constantes fracasos ante la indestructible opinión de los mayores. Parecían tener la exclusiva del conocimiento y de los aciertos.
Por fin, los hechos confirmaban mi intuitivo sentido de la justicia e hice un descubrimiento muy importante: los mayores no siempre tenían razón

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