LA RÍA DE BILBAO.ACUARELA DE PALOMA ROJAS

sábado, 5 de mayo de 2012

EL RINCÓN DEL MIEDO







Ese  recodo del pasillo era  el que le hacía temblar. Había un plafón  en el techo  pero nunca estaba encendido.

La luz procedente del comedor, al otro extremo del largo corredor,  apenas llegaba a la esquina del rincón, y su habitación, situada al final del último tramo, quedaba sumida en completa oscuridad.

Oía las conversaciones de  los mayores pero no lograba distinguir lo que decían   Sus  voces, que al principio eran como las notas aisladas precursoras de una sinfonía,    gradualmente adquirían, en su mente,   un crescendo frenético hasta culminar en   vertiginosos   giros infernales,  imposibles de dominar.

Por su imaginación  pasaban toda clase de personajes grotescos, tenebrosas criaturas  de un mundo fantasmagórico.

Su cuerpo- sin que se apercibiera de ello- permanecía tenso y expectante ante la amenaza presentida.

Nunca  sabía por donde iba a atacar el peligro. Estaba  preparado a defenderse, como todas las noches.

Las voces del comedor se iban apagando poco a poco. A  los pasos que  se dirigían a las distintas habitaciones le seguía el creciente silencio.

 Su madre aparecía, como todas las noches  para preguntarle en un susurro: “¿Pero no te vas a dormir?” 
Y  él replicaba somnoliento, dejando caer al suelo  la pequeña  espada de madera: “Ahora sí”

Una noche más se había librado del  ataque inminente del enemigo que, amenazante, le esperaba agazapado  en el recodo del pasillo. 

Transcurrido ya parte del invierno, en una  noche de febrero en la que un fuerte  viento azotaba la persiana,  le pareció percibir  lo que, al principio semejaba un leve susurro, que lentamente se fue  convirtiendo en una voz rota y profunda, premonitoras de algún horror.  

Envuelto en un sudor frío, prestó aterrorizada  atención. Las palabras ininteligibles   se fueron convirtiendo en carcajadas sardónicas y crueles. Pasos  casi imperceptibles   se iban acercando a su habitación. 

Siguiendo un impulso  inexplicable en él, se levantó  de la cama, su mano asiendo con fuerza  el pomo de  la pequeña espada. A tientas,  salió de la habitación, y palpando la pared avanzó  por el corto  pasillo, intentado  alcanzar el recodo.  Cada vez estaba más oscuro el tramo.

Su cuerpo temblaba de forma incontrolada. Asió con las dos manos la espada y la colocó sobre su estómago, apuntado hacia delante.  De pronto tropezó con algo duro e inamovible  que le impidió avanzar.  Arremetió contra el obstáculo desconocido. La espada quedó clavada en  algún objeto  que no podía ver.  Horrorizado, tiró de ella, hasta lograr liberarla. Manos  invisibles le proporcionaban  empellones  de un lado y otro del pasillo. 

Ahora oía a los mayores retirarse a descansar; iban andando de puntillas  para no despertarle. Nunca encendían la luz para no turbar su débil sueño y  fino oído. 

El mayor de sus hermanos  tropezó con algo cruzado en el suelo del recodo  del pasillo. No podía  distinguirlo en la obscuridad, parecía un bulto desparramado  en mitad de la alfombra. Evitó pisarlo.  Se  agachó con precaución para  palparlo. Era  más grande de lo que había calculado. Con sorpresa primero y con alarma después se dio cuenta de  que se trataba de un cuerpo pequeño. 

“Encended la luz” alzó la voz nerviosamente.  

Entonces vio a su hermano  menor, pálido, echo un ovillo, pero   aferrado a la espada, de la que no  se desprendía. 

La familia se arremolino alrededor del pequeño, ahora tumbado sobre su cama. No parecía que sufriera ninguna herida, ni rasponazo. Pero mantenía los ojos abiertos con expresión de espanto y no era capaz de proferir palabra. El terror se reflejaba en su rostro.

Su madre  le abrazó con fuerza  y  acarició su pálida  cara mientras intentaba tranquilizarlo, y hacerle sentir seguro  y a salvó. 

El pequeño parpadeo varias veces y consiguió murmurar- solo su madre lo oyó- “Eran muchos y me atacaban por todas partes”. 

 La madre insistió en quedarse con el durante la noche y vigilar su sueño. El resto de la familia se fue a sus respectivas habitaciones. Poco a poco el pequeño, cogido de su mano, fue recobrando la tranquilidad, hasta que se adormeció y finalmente su respiración adquirió  un ritmo normal. 

Al verle dormido la madre decidió apagar la luz. Se  quedó sentada  junto a su cama acariciando su mano. Y en ese preciso instante   comenzó  a oír  los primeros sonidos: los susurros evanescentes, las pisadas casi imperceptibles, las risas ahogadas. 

Sorprendida y sobrecogida soltó  la mano del pequeño y encendió la luz de la mesilla. 

Varias sombras obscuras  se escurrieron puerta adelante hasta perderse en el recodo del pasillo.

10 comentarios:

  1. Me has mantenido intrigada y hasta me has hecho sentir miedo, pues he llegao contigo hasta ese recodo del pasillo ¡El rincón del miedo!
    Buen relato

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  2. Gracias por tus encantadoras palabras. Tu siempre tan alentadora. Me alegro que te haya gustado.
    Un abrazo fuerte

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  3. Buen principio, estupendo desarrollo de la trama y fenomenal final.
    Hola, Begoña...me ha gustado leer tu relato. Muy entretenido y muy bueno. Un beso.

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  4. Se te echa de menos en el blog. Debes de estar muy ocupada, ya lo decías en los comentarios. Espero que quedes libre dentro de poco y volvamos a leer tu estupenda poesía.
    Un abrazo fuerte

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  5. mmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmm ufffffffffffffff que miedo me has echo pasar uffffff. Estoy solita y de pronto leyendote ha entrado alguien a preguntar... no le había escuchado de metida que estaba en tu relato jejejeje... que salto he dado... Besitos guapa

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    1. Está claro que además de un marcadísimo sentido de la belleza, tienes un gran sentido del humor.
      Un abrazo grande y gracias por tu visia

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  6. Muy intrigante tu relato amiga, no se pero al principio pensé que iba de maltrato.Me ha gustado, muy entretenido.Besitos y que tengas buena semana.

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    1. No era esa mi intención. Se trata de un trabajo del Taller de Escritura. No siempre es fácil porque el sujetarte a un tema de alguna manera te obliga a ser más disciplinada. Pero ahí vamos, poco a poco.
      Buen fin de semana y un abrazo fuerte.

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  7. Ya estoy de nuevo aquí ¿recuerdas Begoña? Ha pasado el tiempo y seguimos unidas, tu recordando y siempre presente, y yo esperando tus cartas y sabiendo que nos comprendemos mucho ¡Intentos de Escritora! Eres fenomenal, hasta pones intriga, y lo mejor sigues aprendiendo, igual que yo. Cuando el médico dijo que estaba muy grave, en un atisbo y sin poder moverme, yo les dije, jejejeje, no tengo tiempo de morirme ahora, tengo que terminar un montón de cosas, yo se que tu me recuerdas en tus oraciones.
    Me ha gustado un montón tu entrada. Espero que tu hermano siga muy bien. Besos enormes

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  8. Cuanto me alegro de saber de ti!!!. Señal de que te encuentras completamente recuperada. Es curioso, ¿verdad? que sin habernos visto nunca, nos entendamos tan bien. Así son las cosas. Claro que me acuerdo de rezar por ti.
    Ahora, a ponerte bien del todo y seguir produciendo arte y belleza.
    Mi hermano sigue bien, gracias a Dios.
    Un abrazo fuerte y recuerdos a tu marido

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