Las Marismas de Santoña , Acuarela de Paloma Rojas.
Triunfadora, eso es lo que había sido.
Hermana de muchos hermanos. Alegre, simpática, divertida, optimista. Amable con todo el mundo. Dispuesta para la vida. Lista, rápida, con iniciativa. Lo que en sus tiempos se hubiera denominado una mujer de mucho éxito. Nunca le faltaban invitaciones a cenas, bailes, comidas, teatro, cine, ballet, conciertos, con sus amigos. Reía con todos y disfrutaba de la vida. Era animada, ocurrente, natural, genuina.
Pero no se comprometía con nadie. Los cadáveres de sus pretendientes quedaron arrumbados en las cunetas, más o menos maltrechos. Eventualmente se repusieron y ante la evidencia de que nunca llegarían a conquistarla, cada uno se casó, tuvo hijos y en algún caso, enviudó, prematuramente.
Ella se enamoró irremediablemente de un hombre guapo, atractivo, callado, tímido; mirada interrogativa, silencios que apuntaban a profundidad de pensamiento y carácter.
Decidieron casarse. Un matrimonio en plenitud de juventud, belleza y atractivo. No tuvieron hijos, nunca llegaron. Pero ella no se dejó desanimar y continuo haciendo la vida divertida y variada para su gran amor. Compensaba con su buen ánimo, la ausencia de los hijos, la seriedad y parquedad de palabra de su marido.
Los años se fueron desgranando y los descubrimientos se fueron realizando. Los silencios, presagios pretéritos de profundidad de carácter y capacidad de observación, aparecieron en su verdadera dimensión: vacuidad de contenido, inexistencia de ideas.
Un trabajo profesional anodino y sin perspectivas, en parte debido a su debilidad de carácter, creó en él un estado de decaimiento permanente. Siguió siendo guapo pero el aburrimiento y la rutina le condujeron a buscar el ofuscamiento en el alcohol, hasta que el alcohol se convirtió en su gran consuelo, su fiel compañero diario.
Ella lo llevó bien al principio, buscaba animarlo y darle apoyo, supliendo con propia iniciativa la que a él le faltaba, pero no funcionó. La vida en común llegó a ser fastidiosa, irritante vulgar. La distancia entre ambos fue cada vez más evidente. Él pasaba mucho tiempo en los bares y ella se refugiaba en sus amigas, en su familia.
Él estaba tristemente amargado porque era consciente, de la desilusión de su mujer, de su propia incapacidad para estar a la altura de las circunstancias y superar su apatía, su personal fracaso como hombre, de su incapacidad para dar porque simplemente no tenía.
Una enfermedad fulminante acabo con este estado de cosas. Murió cuando todavía era un hombre relativamente joven.
Ella comenzó a trabajar para sobrevivir. Puso todas sus energías en juego y saco adelante el negocio. Pero un rastro de amargura contenida contaminaba su conversación, sus relaciones sociales. No podía sacudirse la realidad de un matrimonio fracasado, la incomunicabilidad insuperable, los días y las noches de convivencia con un ser, que era bueno, pero débil, e incapaz de aportar lo que ella hubiera necesitado, por la sencilla razón de que no lo poseía
La vida transcurrió plana y sin ilusión
Inesperadamente ocurrió un encuentro fortuito. Ni tan siquiera recordaba como o cuando tuvo lugar. Se habían vuelto a encontrar, ¿En un autobús?, ¿Tomando unas copas con amigos?¿ En algún concierto?, No podía precisarlo. Los dos estaban viudos. Una enfermedad mortal les había arrebatado sus parejas. Hablaron de sus años de juventud, de los coqueteos inocentes, del rechazo de ella, de la mujer de él, de lo guapa y encantadora que era, de la lucha para sacar adelante los hijos, ahora ya casados.
Sin poder precisar como, quedaron en verse otro día, para volver a recordar los viejos tiempos, pasar un rato agradable en compañía agradable. Se rieron juntos, rememoraron juntos. Juntos se comunicaron la experiencia de sus matrimonios; los hijos, la falta de ellos. Lentamente las verdades iban emergiendo y tomando forma, conduciendo al conocimiento de la mutua realidad. El matrimonio de él había sido feliz, su mujer había sido una esposa excelente. Los hijos, como en tantos otros casos, habían planteado problemas que resolvieron juntos.
Pero, dijo riendo, en el fondo de todo y sin que saliera nunca a la superficie, estabas tú. Como un sueño de juventud, del que uno es muy consciente de ser tan solo una entelequia imposible: ese primer amor desinteresado que conservamos en el casi olvidado recuerdo como un sueño, que ya hemos desechado ante la realidad tangible que nos rodea.
Ella observó en él, lo que nunca antes había tenido en cuenta: su fortaleza, su carácter equilibrado, la sensibilidad y delicadeza que se desprendía de sus palabras, de sus gestos, la mirada inteligente, la paciencia, la capacidad de iniciativa.
Se quedó mirándole con una sonrisa vagándole por el rostro. Lo vio con nuevos ojos, con los ojos de la madurez, de la experiencia, del sufrimiento callado.
No querían pensarlo: los dos estaban en la franja de los setenta, ella en el extremo izquierdo, recién estrenado, él en el extremo derecho, precipitándose hacía los ochenta.
Es ridículo, considero ella. Una no puede enamorarse a los setenta. Es imposible, pensó él. Si no me quiso a los veinticinco, no puede quererme ahora, cuando estoy a punto de despedirme de la vida.
Los hijos reaccionaron de manera pragmática: que necesidad hay de comprometerte en un nuevo matrimonio, después de tantos años de viudez; sal con ella, haz viajes si quieres, pero no te ates, es difícil acomodarse a una nueva persona a tu edad; no suele resultar,
Él se indignó; para él no era una mujer de usar y tirar, ocasional, no quería esconderse detrás de una relación cobarde y sin riesgos. La quería de verdad. No se trataba de pensar en lo que iba a recibir, sino en pensar en que quería compartir con ella los años que le quedaran de vida. No entendía de mediocres y burdos entendimientos vergonzosos y mezquinos sino de amor sin condiciones.
No resultó ni ridículo ni imposible. Se casaron publica aunque discretamente: comparten, comunican, ríen, disfrutan, Son felices. Con la plena felicidad serena que no habían podido gozar cuando eran jóvenes, guapos y llenos de energías.
Fui tonta entonces, piensa ella. Menos mal que me he espabilado a tiempo, aunque fuera tarde, piensa él.
Triunfadora, eso es lo que había sido.
Hermana de muchos hermanos. Alegre, simpática, divertida, optimista. Amable con todo el mundo. Dispuesta para la vida. Lista, rápida, con iniciativa. Lo que en sus tiempos se hubiera denominado una mujer de mucho éxito. Nunca le faltaban invitaciones a cenas, bailes, comidas, teatro, cine, ballet, conciertos, con sus amigos. Reía con todos y disfrutaba de la vida. Era animada, ocurrente, natural, genuina.
Pero no se comprometía con nadie. Los cadáveres de sus pretendientes quedaron arrumbados en las cunetas, más o menos maltrechos. Eventualmente se repusieron y ante la evidencia de que nunca llegarían a conquistarla, cada uno se casó, tuvo hijos y en algún caso, enviudó, prematuramente.
Ella se enamoró irremediablemente de un hombre guapo, atractivo, callado, tímido; mirada interrogativa, silencios que apuntaban a profundidad de pensamiento y carácter.
Decidieron casarse. Un matrimonio en plenitud de juventud, belleza y atractivo. No tuvieron hijos, nunca llegaron. Pero ella no se dejó desanimar y continuo haciendo la vida divertida y variada para su gran amor. Compensaba con su buen ánimo, la ausencia de los hijos, la seriedad y parquedad de palabra de su marido.
Los años se fueron desgranando y los descubrimientos se fueron realizando. Los silencios, presagios pretéritos de profundidad de carácter y capacidad de observación, aparecieron en su verdadera dimensión: vacuidad de contenido, inexistencia de ideas.
Un trabajo profesional anodino y sin perspectivas, en parte debido a su debilidad de carácter, creó en él un estado de decaimiento permanente. Siguió siendo guapo pero el aburrimiento y la rutina le condujeron a buscar el ofuscamiento en el alcohol, hasta que el alcohol se convirtió en su gran consuelo, su fiel compañero diario.
Ella lo llevó bien al principio, buscaba animarlo y darle apoyo, supliendo con propia iniciativa la que a él le faltaba, pero no funcionó. La vida en común llegó a ser fastidiosa, irritante vulgar. La distancia entre ambos fue cada vez más evidente. Él pasaba mucho tiempo en los bares y ella se refugiaba en sus amigas, en su familia.
Él estaba tristemente amargado porque era consciente, de la desilusión de su mujer, de su propia incapacidad para estar a la altura de las circunstancias y superar su apatía, su personal fracaso como hombre, de su incapacidad para dar porque simplemente no tenía.
Una enfermedad fulminante acabo con este estado de cosas. Murió cuando todavía era un hombre relativamente joven.
Ella comenzó a trabajar para sobrevivir. Puso todas sus energías en juego y saco adelante el negocio. Pero un rastro de amargura contenida contaminaba su conversación, sus relaciones sociales. No podía sacudirse la realidad de un matrimonio fracasado, la incomunicabilidad insuperable, los días y las noches de convivencia con un ser, que era bueno, pero débil, e incapaz de aportar lo que ella hubiera necesitado, por la sencilla razón de que no lo poseía
La vida transcurrió plana y sin ilusión
Inesperadamente ocurrió un encuentro fortuito. Ni tan siquiera recordaba como o cuando tuvo lugar. Se habían vuelto a encontrar, ¿En un autobús?, ¿Tomando unas copas con amigos?¿ En algún concierto?, No podía precisarlo. Los dos estaban viudos. Una enfermedad mortal les había arrebatado sus parejas. Hablaron de sus años de juventud, de los coqueteos inocentes, del rechazo de ella, de la mujer de él, de lo guapa y encantadora que era, de la lucha para sacar adelante los hijos, ahora ya casados.
Sin poder precisar como, quedaron en verse otro día, para volver a recordar los viejos tiempos, pasar un rato agradable en compañía agradable. Se rieron juntos, rememoraron juntos. Juntos se comunicaron la experiencia de sus matrimonios; los hijos, la falta de ellos. Lentamente las verdades iban emergiendo y tomando forma, conduciendo al conocimiento de la mutua realidad. El matrimonio de él había sido feliz, su mujer había sido una esposa excelente. Los hijos, como en tantos otros casos, habían planteado problemas que resolvieron juntos.
Pero, dijo riendo, en el fondo de todo y sin que saliera nunca a la superficie, estabas tú. Como un sueño de juventud, del que uno es muy consciente de ser tan solo una entelequia imposible: ese primer amor desinteresado que conservamos en el casi olvidado recuerdo como un sueño, que ya hemos desechado ante la realidad tangible que nos rodea.
Ella observó en él, lo que nunca antes había tenido en cuenta: su fortaleza, su carácter equilibrado, la sensibilidad y delicadeza que se desprendía de sus palabras, de sus gestos, la mirada inteligente, la paciencia, la capacidad de iniciativa.
Se quedó mirándole con una sonrisa vagándole por el rostro. Lo vio con nuevos ojos, con los ojos de la madurez, de la experiencia, del sufrimiento callado.
No querían pensarlo: los dos estaban en la franja de los setenta, ella en el extremo izquierdo, recién estrenado, él en el extremo derecho, precipitándose hacía los ochenta.
Es ridículo, considero ella. Una no puede enamorarse a los setenta. Es imposible, pensó él. Si no me quiso a los veinticinco, no puede quererme ahora, cuando estoy a punto de despedirme de la vida.
Los hijos reaccionaron de manera pragmática: que necesidad hay de comprometerte en un nuevo matrimonio, después de tantos años de viudez; sal con ella, haz viajes si quieres, pero no te ates, es difícil acomodarse a una nueva persona a tu edad; no suele resultar,
Él se indignó; para él no era una mujer de usar y tirar, ocasional, no quería esconderse detrás de una relación cobarde y sin riesgos. La quería de verdad. No se trataba de pensar en lo que iba a recibir, sino en pensar en que quería compartir con ella los años que le quedaran de vida. No entendía de mediocres y burdos entendimientos vergonzosos y mezquinos sino de amor sin condiciones.
No resultó ni ridículo ni imposible. Se casaron publica aunque discretamente: comparten, comunican, ríen, disfrutan, Son felices. Con la plena felicidad serena que no habían podido gozar cuando eran jóvenes, guapos y llenos de energías.
Fui tonta entonces, piensa ella. Menos mal que me he espabilado a tiempo, aunque fuera tarde, piensa él.
Una bhistoria triste con un final feliz, dos vidas que se encontraron en la última etapa de sus vidas y renació en ellos un amor de juventud, precioso amiga.Buen fín de semana.
ResponderEliminarBiennnnnnnnnnnnnnnnnn, ¡¡¡¡¡Estupenda!!!!!! Sabes??? Me ha gustado un montón, cuando hay amor, no hay edad, ni impedimentos, nada se pone por delante, quizás en ese ocaso, casi final, ese amor es mucho más puro, más fiel, cuando en realidad más se necesita de la compañía, de esa mano amiga, que te coja por la noche en la cama, de ese beso dulce que te dan antes de dormir, de esa paz necesaria para seguir viviendo, alejándose de los dimes y diretes, de las miradas que a veces los demás hacen. Maravillosa historia, querida amiga, también maravillosa la acuarela.
ResponderEliminarBesos grandes a las dos; autora del relato, autora de la obra pictórica.
MªCarmen muchísimas gracias por tus palabras alentadoras. Sigo tu blog con interés. Gracias por tu regalo, lo subiré pronto.
ResponderEliminarUn abrazo fuerte.
Querida Higorca, tu siempre tan positiva y animante. Tengo pendiente ponerte cuatro letras; aunque parezca que se me ha olvidado, no es verdad. Solo espero un momento de tranquilidad para hacerlo.
ResponderEliminarUn abrazo fuerte.
Hola.
ResponderEliminarMágnifico, nunca es tarde. Hay tantos pasos que dar para hacer un camino, que muchas veces los horizontes se acercan demasiado o se alejan y nos tropezamos o vamos más lentos , pero los fines son iguales a los veinte que a los setenta. Es la ilusión y esa se puede perder o tener a cualquier edad.
Gracias, por decirlo.
Un abrazo.
Begoña.
La ilusión tiene relación con mantener un espíritu jóven y una mirada esperanzadora en la vida. Esta relacionado con la capacidad de curiosidad, deseos de aprender, optimismo, de no dejarse llevar por la pereza ante el esfuerzo que supone conocer cosas nuevas. O eso me parece a mi, por lo menos.
ResponderEliminarMe ha encantado volver a saber de ti.
Estoy esperando con expectación a acuarela anunciada. Un fuerte abrazo
Hola, Intentos de escritora.
ResponderEliminarLeo todo, tengo acuse de entradas a mi correo y me llegan los comentarios, además, como has podido comprobar contesto a casi, todos. Hay días que no dispongo de tiempo, te ruego me disculpes.
Me pase´ por aquí y vi lo de Sourvenirs de E´nfance. Al no tener tiempo había pensado en entrar tal vez hoy o mañana. Ahora debo salir .
De todas formas te comento que es un recuerdo precioso el que atesoras, el caserio de Berango me ha traido a la memoria un caserio en Lemoniz, bueno cosas de la infancia. Precioso , mi más sincera enhorabuena. Tengo que volver a leerlo.
Gracias otra vez, y te reitero mis disculpas, siento no disponer de tanto tiempo como quisiera , ahora son días de mucha prisa en todo, para mi.
Ya he hecho las fotos de las acuarelas, a ver si puedo subirlas.
Un abrazo.
B, aloe.
Ya siento haberte dado tanto la lata con la entrada, pero no sabía nada de lo de "acuse de recibo" y creí que se había perdido el comentario por la estratosfera.
ResponderEliminarMe alegro que te haya gustado los recuerdos de la infancia.
Un abrazo
Hola, sí me gustaron y me hicieron llorar, de ese llanto silencioso de las emociones. Mi madre nos hizo unas fotografías en Las Arenas, en "Cañada". Llevábamos un collar de bolas de ámbar, así parecido al de tus fotografías. Precioso recuerdo el que muestras, enhorabuena.
ResponderEliminarHe subido la acuarela , pero no he podido hacer ninguna entrada. No tengo muy buenos días que digamos y eso afecta a mi estado de ánimo, no puedo escribir, lo siento. Tal vez tarde en hacerlo, no lo sé.
No se ven ,muy bien las acuarelas, pues las tengo con un cristal mate y no quise sacarlas, creo que han perdido bastante.
Tengo otra de un caserio y dos más de unos barcos fondeandos en el puerto.
Las subiré en otro momento.Siento que hayas pensado así. Precisamente soy de las blogeras que contesto a todas las entradas de mi blog y después acudo al blog de cada uno para comentar sus entradas. Hoy ya no contestaré a mis entradas para no sumar por sumar, pues no dispongo de tiempo para acudir a los otros blogs.
De cualquier manera me ha encantado encontrarte y te seguiré leyendo.
Muchas gracias por tus comentarios.
Un abrazo.
Bsa, aloe.
Siento mucho mi insistencia en el tema de las acuarealas. Era simple impaciencia por verlas. Ni por un momento pensé que tuvieras que contestar a mis comentarios. Lo importante es que te encuentres bien y tu ánimo se rehaga cuanto antes.
ResponderEliminarMuchas gracias por tus buenas palabras sobre el pequeño libro.
Yo tamibén sigo tu blog de cerca
Una abrazo fuerte.
La he subido en tu honor, gracias.
ResponderEliminarEn unos días me pongo al corriente, ahora estoy muy liada.
Un fuerte abrazo.
Bsa, aloe.
...traigo
ResponderEliminarsangre
de
la
tarde
herida
en
la
mano
y
una
vela
de
mi
corazón
para
invitarte
y
darte
este
alma
que
viene
para
compartir
contigo
tu
bello
blog
con
un
ramillete
de
oro
y
claveles
dentro...
desde mis
HORAS ROTAS
Y AULA DE PAZ
COMPARTIENDO ILUSION
BEGOÑA
CON saludos de la luna al
reflejarse en el mar de la
poesía...
ESPERO SEAN DE VUESTRO AGRADO EL POST POETIZADO DE MONOCULO NOMBRE DE LA ROSA, ALBATROS GLADIATOR, ACEBO CUMBRES BORRASCOSAS, ENEMIGO A LAS PUERTAS, CACHORRO, FANTASMA DE LA OPERA, BLADE RUUNER ,CHOCOLATE Y CREPUSCULO 1 Y2.
José
Ramón...
Muchas gracias; me haces sentir verguenza. Veo que tienes una vida ocupadísima. Cosa muy buena por otra parte. ¿No te has fijado en que son las personas más ocupadas son las que siempre tienen tiempo para hacer cosas?. Los que no dan ni golpe, nunca sacan un minuto para nada. No hay nada más cansado que no saber que hacer con las horas del día.
ResponderEliminarUn abrazo fuerte
Aloe: no se lo que ha pasado pero mi contestación anterior iba dirigido a ti, aunque aparezca después de la entrada de José Ramón Santana Vazquez.
ResponderEliminarAbrazos
...acuarela
ResponderEliminarvela de tí
vela de fé
velón que ví
oro y aqui
BEGOÑA contigo
velero alegria
ya me quedé...
un fuerte abrazo , con afecto :
j.r.s.
Jose Ramón
ResponderEliminarMuchas gracias por tu visita tan inesperada como agradable. Me siento muy halagada: que una persona con tantos seguidores, se fije en mi blog es algo muy de agradecer.
Saludos y hasta la próxima
Hola, :-), Begoña.
ResponderEliminarTienes razón, siempre he sido muy activa, ahora estoy algo más perezosa o me he vuelto lenta, que de todo hay, pero,dicen que todo está en nosotros y nuestra mente rige, ella me ha traido hasta aquí otra vez, en esta ocasión para saludarte.
Buen fin de semana, un abrazo.
Aloe.
Pd, eso de la verguenza, será broma seguro. :-)))
Aloe
ResponderEliminarVolverse más lenta no es siempre sinónimo de perdida de ánimo; puede ser que sea expresión de que ponderamos más las cosas ¿no crees? De lo contrario, me voy a alarmar mucho sobre mi misma. A mi edad uno se vuelve más lento, que le vamos a hacer.
Disfruta del fin de semana también.
Un abrazo