LA RÍA DE BILBAO.ACUARELA DE PALOMA ROJAS

lunes, 26 de octubre de 2009

VARIACIONES

DOLOR DE MADRE
La quinta de Beethoven brotaba de su batuta con el ímpetu de un río rompiendo diques en busca de su cauce original.

Dirigía la orquesta profundamente concentrado, con los ojos cerrados. No necesitaba ver: vivía, sentía, disfrutaba de la genialidad del compositor.
Inmerso en la melodía, ajeno a lo que le rodeaba, compenetrado con la obra , se hacía uno con ella.

Su cuerpo joven, ágil, fuerte, varonil, armonizaba con la música. Existía una perfecta conjunción de cuerpo y espíritu. Su alma vagaba por los campos que la sinfonía le sugerían, identificándose con ella.

Era un triunfador, un hombre adorado por el público. Un creador indiscutible en cada una de las interpretaciones de sus compositores favoritos.

Una orquesta, arrastrada a la ejecución perfecta, orgullosa de ser dirigida por él, olvidaba la realidad cotidiana para introducirse en la grandiosidad de la obra de arte. La misma sinfonía nunca era una versión rutinaria sino una nueva, vibrante y perfecta recreación.

Ella sintió una punzada en el corazón. Era un dolor inesperado que le apretaba el alma. No podía evitarlo. No era envidia, sino profunda angustia.
El parecido físico del músico con su hijo era llamativo. Quizás era eso lo que le había traído aquellos sentimientos de profunda tristeza y desaliento,

Su hijo también había sido un vencedor, un triunfante empresario, admirado por sus subalternos, apreciado por sus empleados.
Inesperadamente todo se había venido abajo. En la empresa no se admitían equivocaciones: todo tenía que ser triunfos sin solución de continuidad. Algo había fallado y lo peor era que nadie le había explicado el qué. Tan solo importaba que los ingresos ya no eran lo suficientemente abultados, algo no marchaba bien. El rumbo tomado no era el que agradaba al Consejo de Administración. Querían un cambio.

Admiraba la entereza de su hijo, su lucha sin cuartel por salir adelante, su disposición a trabajar allá donde se le brindara una oportunidad. La capacidad de resistencia ante la adversidad. No se había dado por vencido en ningún momento.
Por eso le quería tanto. Por su capacidad de sobreponerse. Por su alma de luchador.
Pero le causaba un pesar profundo; su dolor silencioso nunca expresado en queja.
Le quería doblemente por su actitud positiva ante la vida

2 comentarios:

  1. Muy bien, pero el final está "cortado", es como si le faltase algo más. Continúa, remátalo

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  2. Lo intentaré. De momento estoy un poco optusa.Gracias por la sugerencia, sea quien seas.

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