LA RÍA DE BILBAO.ACUARELA DE PALOMA ROJAS

sábado, 31 de enero de 2009

PRESENTACIÓN DE MI BLOG



Cuando era niña la lectura era mi vicio. La "Seño" me leía cuentos en voz alta y me trasladaba a lugares de mágico ensueño. Los personajes constituían mi universo particular y adquirían vida bajo el encanto de su voz, su modulación, su expresividad. Yo era insaciable, siempre quería seguir escuchándola, pero la capacidad de la "Seño" tenía sus límites y todas las horas del día no alcanzaban a satisfacer mi deseo de sumergirme en aquellos mundos maravillosos.
Así que tuve que resignarme a aprender a leer; me aburría porque era un proceso lento y trabajoso. El sistema, teóricamente, era fácil. En la practica, sin embargo, se me hacía muy complicado. Oyendo a la "Seño" parecía que la composición de las palabras fluía sin dificultad. En la realidad, el ejercicio de aprender a leer excedía mi paciencia. El catón acababa estampado contra la pared y yo sentada enfurruñada en mi pequeña silla del cuarto de jugar, negándome a recogerlo del sueño y a reemprender el aprendizaje de la lectura.
Mi afición desmedida por los cuentos y novelas infantiles hizo que superara mi enfado y aprendiera las letras. Desde ese momento el afán de leer se hizo desbordante. No me bastaba el día. Había que aprovechar también la noche.
Antes de trasladarse al comedor para la cena mis padres me deseaban las buenas noches y me dejaban acostada en mi habitación con la luz apagada, la puerta de la habitación abierta y una luz mortecina encendida en el recodo del pasillo para ahuyentar lo que ellos creían eran mis miedos nocturnos. Una vez sola, estiraba mi cuerpo todo lo que podía hasta un puff, al que llegaba la luz del pasillo y leía ávidamente hasta que les oía levantarse de la mesa y venir hacía su habitación, próxima a la mía; entonces guardaba furtivamente el libro entre las sábanas y fingía estar dormida. Así pasaron años. Tragaba los libros.
La edad me ha dado mayor exigencia y menor avidez pero la afición sigue vigente.
En la adolescencia soñé, como tanta gente, con escribir. Hice algún pequeño pinito pero nada importante. Aun recuerdo con pena, por haberlo roto, unas consideraciones que escribí cuando por primera vez me enfrente al paisaje castellano. Tengo una vaga intuición de que ese intento literario tenía algo que merecía la pena. No por su valor descriptivo ni su estilo narrativo sino porque expresaba un sentimiento de soledad inmensa e ilimitada que la meseta producía en mi. En contraste con mi propia tierra, el horizonte tan plano y lejano me producía un extraño desasosiego, el descubrimiento de lo inabarcable, indomable, algo más grande que uno mismo. Me producía un desconocido sentimiento de impotencia.
Más adelante decidí esperar a tener 30 años porque consideraba que para esa edad habría alcanzado el necesario conocimiento de la vida y la madurez adecuada como para poder transmitir algo con experiencia suficiente. Los 30 años me demostraron que no había alcanzado la madurez esperada y decidí retrasarlo hasta alcanzarla.
Ahora no puedo esperar más. Tengo experiencia de la vida, pero poco tiempo frente a mí. Tengo que hacer los sueños realidad, aunque solo sea para mi propia satisfacción, y sentido de la aventura.
Así que he decidido que en este blog, iré colgando una pequeña colección de recuerdos de la niñez, que iré numerando y otras cosas que llamaré VARIACIONES.

2 comentarios:

  1. Begoña, ¡Qué maravilla que te lances a esta aventura!. Lo he leido hasta el final y me ha encantado. Ánimo, te leeré siempre.
    Un abrazo fuerte,

    Nieves

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  2. No consigo entender como funciona el tema "comentario".Me ha gustado mucho en fondo y forma "el del chaleco".Muy tu. Un consejo: cuando escribas pasa el corrector ortográfico.PUYAS es con Y,y excuse me si me equivoco

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