LA RÍA DE BILBAO.ACUARELA DE PALOMA ROJAS

martes, 10 de enero de 2012

II CERTAMEN DE RELATOS DE MUJER ORGANIZADO POR LA ASOCIACIÓN DE MUJERES "GURE IZARRAK" DE BERRIZ




Por fin, hoy subo el relato ganador.

LAS ROSAS  DE  LA ESPERANZA



Mi  padre, el Comandante Hepworth-Taylor, había sido una  de  las primeras  autoridades militares   del  ejército aliado que había entrado en Auswitch    y había sido testigo del horror de la animalización  del ser humano. Allá había conocido a Mr. Spitz.

Establecieron  cierto nivel  de amistad y cuando Mr. Spitz se trasladó a vivir a Inglaterra, al terminar la contienda, ofreció  a este la posibilidad  de cuidar de mi jardín.  Mi marido había  muerto al finalizar  la II  Guerra Mundial  y  desde entonces el jardín tenía más aspecto de jungla  que de jardín urbano.

Mr. Spitz era un hombre  de mediana edad, enjuto, pelo canoso que dejaba ver que había sido oscuro, cara larga, y estrecha,  nariz prominente pero afilada, ojos pequeños  y observadores. 

No sabía nada de su vida  excepto que era muy buen trabajador y muy honrado: un hombre silencioso y reservado, algo peculiar y poco comunicativo, pero respetuoso  y  muy buen profesional.

Cada  mañana  llegaba a su trabajo  con puntualidad germana, discretamente se dirigía al armario de las  herramientas, sacaba sus utensilios de labor y sin  intercambiar palabra alguna, se ponía manos a la obra. Cuando tropezaba con él,  le saludaba  amablemente por su nombre y procuraba  hacer algún pequeño comentario laudatorio  sobre el estado  de las flores y el diseño del jardín que estaba llevando a cabo; respondía sucintamente con unos "Buenos días", escuetos y  "gracias Madam " sin  interrumpir su faena.

Cuidaba el jardín   fiel y silenciosamente. En primavera rebosaba  de rosas. Bellas rosas de diversas  variedades, nuevas creaciones que él conseguía combinando distintos injertos. En primavera un olor  embriagador  se  infiltraba hacia el interior   de  la casa, logrando  que la vida pareciera bella  y merecedora de vivirse, incluso en los difíciles  años de la postguerra.

Lo  que más me  llamaba la atención  de Mr. Spitz era su mirada; inteligente, desconfiada, observadora y algo burlona, como si en el fondo de su ser  contemplara a los demás desde la perspectiva  de un  experimentado conocimiento del ser humano, de reserva,  de distancia.

El  caluroso  día  de   verano que se  remangó su sempiterna camiseta  de manga larga, todo quedó explicado.  Su brazo derecho  estaba marcado con un número: su número de prisionero de Auswitch.
Ante este descubrimiento quedé profundamente conmocionada: había oído hablar de esos tremendos hechos pero nunca había  conocido a nadie que hubiera pasado por esa trágica  experiencia.

Reuniendo todas mis fuerzas, en uno de los días de la siguiente  primavera que paseaba por el jardín para contemplar  con placer el florecimiento de las nuevas rosas, me atreví a preguntarle sobre sus conocimientos del  arte de la  horticultura. Y aproveché la ocasión para, de manera torpe y poco natural pero  que me salía del corazón,  decirle lo mucho que lamentaba su terrible experiencia, de la que en parte me sentía culpable, como todo ser humano  contemporáneo de esos hechos.
  De forma inesperada, y  como quién realiza un gran esfuerzo físico y  emocional, me contó  la siguiente  historia.

"Nunca antes  he confiado   a nadie lo que le voy a contar pero hay algo, en su persona, que me inspira hacerlo; quizás sea que  presiento en usted una actitud, una predisposición, a entender el respeto debido  a los seres humanos,  lo que supone la humillación del  desprecio irracional,  lo que es el dolor de una traición.
Nací  en un pequeño pueblo de Austria, mi familia era la única familia judía del lugar. Habíamos vivido allá por generaciones. Mi padre se había dedicado a la jardinería pero tenía  ambiciosos proyectos para mí, su único hijo, y con gran esfuerzo de su parte había conseguido que entrara en la universidad de Viena  y estudiara medicina, dedicándome a la especialidad de Psiquiatría.
Uno de mis compañeros de curso  era  un chico inglés. Los estudios y el hecho de que a ambos nos gustara la jardinería  hicieron que fuéramos buenos  amigos,  aunque rivales como estudiantes. Existía  una corriente de confianza entre ambos. Su perfectísimo alemán, combinado con un defectuoso acento, invitaba a la risa. Acento que yo imitaba burlonamente. Una vez acabada la carrera yo me establecí en Viena y alcance cierta fama y reconocimiento de ámbito nacional.
Mi amigo inglés, Mounthorn, se había  establecido en Londres donde  era considerado  el psiquiatra  de moda. Manteníamos  una relación fluida y nos intercambiábamos experiencias profesionales. Incluso llegamos a encontrarnos  en  varios congresos de Psiquiatría que tuvieron lugar en distintas capitales de Europa. 
Pero  después de la anexión nazi de Austria perdimos todo contacto. Yo fui arrestado por las SS  y después de un simulacro de juicio por  traición a la patria fui enviado a Auswitch. Por lo visto un tal Hornberg- apellido muy común en mi país -   me había acusado ante las autoridades  de ser judío, conducta antinazi y conspirar contra el régimen.
Cuando  el tren en el que nos trasladaban llegó a su destino, nos empujaron como ganado a   una especie de  campo de futbol  situado delante de los barracones,  donde  al cabo de unas horas se presentó el Comandante Hornberg, Jefe  encargado del campo.  No  recuerdo lo que dijo, porque  mis ojos no podían apartarse  de él; reconocía la  voz, los  gestos, las expresiones de mi  amigo Mounthorn. Lo único que  había cambiado  era  su acento alemán, que ahora era perfecto.
No quiero extenderme sobre recuerdos imborrables de una vida sumida en el terror,  en la incertidumbre sobre  cuando llegaría el día en que fuera enviado a la cámara de gas. Hornberg  nunca dio señales de reconocerme. Y yo tampoco hice nada  por un posible acercamiento. Había demasiado odio en su mirada y en su actitud altanera, fría  y  dominante.
Inesperadamente, recibí la orden de ir  a trabajar su jardín  y  plantar  rosas alrededor de la casa, de manera que el Comandante estuviera rodeado de belleza que  impidiera la visión de los miserables barracones y  le ocultara  a su vez de cualquier posible mirada curiosa desde el exterior. Buscaba absoluta  privacidad  y  se blindaba  contra  la  miseria y horror     que le rodeaba. Tuve que  esforzarme mucho para hacerme imprescindible, creando nuevas  especies   de rosas - la flor preferida de  Hornberg -  pues de ello dependía el retraso de mi ejecución y mi supervivencia
en aquel infierno.  Era una forma de dar oportunidades a  que pudiera ocurrir algún cambio en la trayectoria de la guerra.
El cambio llegó cuando el Comandante Hepworth-Taylor, nos liberó. Todos los soldados de las SS  del campo  fueron hechos prisioneros.  Me contaron que a su padre  le había asombrado que en medio de toda aquella miseria deshumanizada,   existiera un jardín en el que todo era belleza. Le dijeron que yo era el autor, aunque mi profesión era la medicina. Era un hombre afable y muy humano  y sobretodo un ser compasivo y justo. Durante alguna  de las conversaciones que mantuvimos, comentó  en tono cordial y cierto asomo de humor  que si alguna vez iba a Inglaterra,  y no tenía otro trabajo, no dejara de ponerme en contacto con él  pues iba a  necesitar  un jardinero.
Después de nuestra liberación   pasamos por distintos trámites de cuidados  médicos, reubicación territorial, traslados a otros países; yo  acabé en Inglaterra. No me sentía capaz de reanudar mi  carrera médica, así que efectivamente me puse en contacto con su padre y aquí estoy.  Por lo menos ahora tengo seguridad y  la belleza de las rosas da paz a mi espíritu."

Mis ojos no se podían apartar de Mr. Spitz. Temblaba de manera violenta, incapaz de dominarme.

--Sabe cuál es mi nombre de casada, Dr. Spitz. ?

Negó con la cabeza, sin pronunciar palabra.

--Mounthorn, confirmé en un susurro. ¿Sabe por qué nos traicionó a ambos?"

--Sacudió la cabeza.

--Se lo contaré: Durante la guerra existió en Inglaterra un grupo de hombres que,  considerando que el Comunismo era una peor  amenaza que el Nazismo, decidieron apoyar a éste, ser una quinta columna dentro del país. Mi marido era uno de ellos. Yo lo ignoraba, sus encuentros  eran discretos y disfrazados de  reuniones de  caza del zorro, invitaciones de fines de semana a las distintas casa de campo  de sus componentes, de  actividades culturales  y sociales a las que yo también acudía, absolutamente ignorante de  lo que allá  se tramaba: la invasión de Inglaterra.

--Cuando el complot fue descubierto, Mr. Mounthorn  huyó a Austria, tradujo  su nombre  y se alistó en las SS. Al final de la guerra me fue comunicado que había sido condenado a muerte y ejecutado  por  traidor a Inglaterra además de por sus crímenes contra la humanidad.

--Pero lo que nadie supo nunca fue que Hornberg era su verdadero nombre, me respondió el Dr. Spitz. . Me lo contó cuando ambos estudiábamos en Viena.  Cuatro generaciones atrás su familia se había trasladado a Inglaterra por razones profesionales  y habían traducido su apellido al inglés. Su origen judío le causaba vergüenza y lo ocultaba. Lo que nunca pude imaginar es que esa humillación fuera  convirtiéndose en odio hacia sus congéneres, como un sistema de autodefensa de su  propia autoestima.

--¿Por qué no le acusó a alguien en el campo de concentración?,  pregunté.

--Para mi ser judío no es un delito y acusarle hubiera supuesto aceptar  que lo es  y por lo tanto condenarme a mí mismo. Nos hubiera conducido a ambos a una muerte segura y nada hubiera cambiado.

--Sonrió levemente y añadió: ni mi orgullo ni mi conciencia  me lo permitían.


 

20 comentarios:

  1. Precioso relato tanto por el contenido como por la forma de contarlo, no me extraña que te lo hayan pemiado. ¡Enhorabuena!
    Un abrazo

    ResponderEliminar
  2. Un relato que me ha mantenido en vilo hasta el final. Muy bien narrado, con una magnífica construcción de principio a fin, te felicito Begoña, no me extraña que haya sido premiado, es una joya.

    Un beso y de nuevo felicidades por el premio, y por favor, sigue escribiendo, tus intentos de escritora fructificarán en más premios, estoy segura de ello.

    ResponderEliminar
  3. Querida Chelo: muchísimas gracias por tu comentario. Me alientan mucho tus palabras, porque tu escribes cosas muy buenas.
    A ver si la musa sopla alguna otra vez.
    Muchos abrazos

    ResponderEliminar
  4. Querida Nerim: Me alegra mucho que te haya gustado tanto. Yo también disfruté escribiéndolo pero se pierde la objetividad de tus propios escritos; a veces te parecen buenos y otros piensas que son un desastre. Pero nos lo pasamos bien haciéndolo, ¿no es cierto?
    Ahora voy a pasar por tu blog para ver que ha pasado en la casa desvencijada.
    Un abrazo fuerte

    ResponderEliminar
  5. Querida Begoña: no sabes como me ha gustado tu relato. Felicidades por tu premio, bien merecido por cierto. Sigue escribiendo, que lo haces muy bien.
    Un abrazo,
    Conchita

    ResponderEliminar
  6. Gracias por visitar mi blog. Ahora tengo que pasarme yo por el tuyo. Me alegró de que te haya gustado.
    Un abrazo

    ResponderEliminar
  7. Querida Begoña, siempre me ha gustado esa forma tuya de escribir, tan cuidada, tranquila y bonita. Tus relatos me han enganchado la mayoría de las veces, pero este me ha encantado y me da pena que no fuera más largo. Creo que deberías
    considerar alargarlo hasta crear una novela detallada. Me gustó mucho tu Souvenirs d'enfance, "Recuerdos a cuatro manos".
    Felicidades por el premio, te lo mereces de verdad.
    Un fuerte abrazo, Dery

    ResponderEliminar
  8. Begoña, muy bonito. He revisado lo que me pedías y creo que está bien. Lourdes I.

    ResponderEliminar
  9. ¡¡Qué maravilla!!..Begoña, me sorprendes cada vez que vengo. Ves?..yo no sé hacer relatos tan buenos como este tuyo. Sigo pensando que es un don y que lo tienes, aunque las clases te estén ayudando a sacarlo y pulirlo. Adelante.Escribes muy bien. Un beso.

    ResponderEliminar
  10. Aderita: siento mucho no haberte contestado antes pero algo andaba mal con mi ordenado y no me dejaba contestar. Espero que la racha dure. Te agradezco mucho tus opiniones. tengo que aprender a escribir también en otro tono y sorprender al lector con un cambio, pero hay que aprender mucho. ¿Que es de tu vida? Me dio pena no estar en la comida de fin de año, pero la vida no siempre va por donde queremos.
    Un abrazo muy grande

    ResponderEliminar
  11. Por fin parece que funciona o por lo menos en este momento. No estoy en mi propio ordenador, pero sospecho que se debe a modificaciones que hace el propio Blogger y nos vuelve algo locos a todos.
    Gracias por tu ayuda

    ResponderEliminar
  12. Pero tu sabes hacer poemas que para mi son imposibles. Y no creo que tengas que pulírlos tanto, seguro. En este momento me encuentro perdida sin saber sobre que escribir, pero ya saldrá algo.
    Muchas gracias por tus palabra

    ResponderEliminar
  13. Hola,amiga...vine a visitarte pero he visto que ya te comenté esta entrada. Aprovecho para saludarte y volver a reiterar el hecho de que has avanzado mucho en tu estilo y que escribes muy bien.
    Gracias por tu comentario en mi blog. No sé si conoces a Rosa Cáceres, la escritora protagonista de mi última entrada. Es una gran escritora, además de una gran persona. Su blog es "Con el corazón en la mano" y puedes entrar desde el mío, si quieres. Un beso para tí y hasta pronto.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias por tu visita. He echado de menos tus entradas en tu propio blog. Claro que conozco a Rosa Cáceres. Es encantadora. Se ve que le habéis tratado tan bien que casi se ha vuelto extremeña. Os vi muy guapos a todos tanto en tus fotos como en las de su blog.
      Hasta pronto un abrazo fuerte

      Eliminar
  14. Me ha encantado.

    Tendrás que ir dejando eso de "INTENTOS" me alegra mucho ver la velocidad que llevas.

    Un abrazo muy fuerte.

    B, aloe.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Me alegra que te haya encanatado. disfruté escribiéndolo. En cuanto a la velocidad, te diré. Pero seguiré intentándolo; mientras hay vida hay esperanza. Me encantaría poder prescindir de "intentos" pero de momento no pasa de ahí.
      Que todo te vaya bien.
      Un abrazo fuerte

      Eliminar
  15. Yo no lo encuentro un intento, sino una realidad. Entretenido, tierno, precioso. ¡Adelante Begoña que eso sí, te quedan muchos temas, todos interesantes!
    ¡Enhorabuena por el relato, y por el premio!
    Blancamelia

    ResponderEliminar
  16. Muchísimas gracias por tus palabras. Quedan tantos temas, que una se siente superada.
    Gracias por tus palabras alentadoras.

    ResponderEliminar
  17. ¡¡¡¡Excelente!!! Abrazos enormes, seguiré.

    ResponderEliminar
  18. Lo malo es que cuando vas aprendiendo algo, te das cuenta de tus fallos y limitaciones y el trabajo se hace más arduo, pero habrá que pasar por esos momentos para llegar a mejorar.
    Me alegro que digas que sigues..... porque así te volveré a ver por aquí.
    Un abrazo muy fuerte

    ResponderEliminar