LA RÍA DE BILBAO.ACUARELA DE PALOMA ROJAS

lunes, 6 de junio de 2011

TERCERA GENERACIÓN

ACUARELA DE PALOMA ROJAS


Era la víspera del día de Reyes. Los pequeños de la familia, se asomaban al balcón, para ver pasar la Cabalgata. Su hija pequeña, apenas podía alzar los ojos por encima de la barandilla e intentaba meter la cabeza entre los barrotes para poder ver algo. Su madre la cogió en sus brazos de forma que pudiera dominar todo el cortejo que desfilaba debajo de su casa. Sintió con sorpresa y ternura que el cuerpo de su pequeña temblaba convulsivamente, como quien tirita. Era como un pajarito acurrucado entre sus brazos. No podía ser que sintiera frío porque estaba bien pertrechada para la fría noche.
Sentía los latinos acelerados de su pequeño corazón y la emoción incontenida, mezcla de alegría y de cierto respetuoso temor; pura emoción y expectación ante el espectáculo - a sus ojos inocentes llenos de riqueza y atractivo - de los muchos pajes, de la majestuosidad de los Reyes Magos, de la bondad que desprendían sus barbas blancas, de sus caras sonrientes, los turbantes y coronas enriquecidos con piedras y el resplandecer de los relucientes dorados y luces que les acompañaban.
La apretó fuerte contra su corazón, y le fue hablando con voz suave y dulce. La pequeña se fue tranquilizando y empezó a disfrutar de la noche mágica. De vez en cuando volvía la cara hacia su madre y sonreía llena de gozo y maravillada. Inmediatamente fijaba su mirada en la cabalgata y sus ojos se llenaban de asombro y contento.
Treinta años más tarde, los acontecimientos le trajeron a la memoria este suceso. Ahora, ya abuela, estaba ocupándose de su pequeño nieto, hijo de su sensible y emotiva hija, que por razones profesionales de su marido, pasaba unos días fuera del hogar.
Lo contemplaba llena de asombro. Ni rastro de la delicada sensibilidad de su madre. Su mirada era directa e interrogadora. Bien proporcionado, fuerte, sólido.
Le maravillaba su flexibilidad: las piernas fuertes y ágiles se movían en todas direcciones: las puntas de los pies alcanzaban la altura de su cabeza o se disparaban imprevisiblemente hacía derecha e izquierda hasta alcanzar los costados de su cuna. Todas esas sacudidas hacían que sus calcetines salieran disparados, por encima de los barrotes de la cuna. Y una vez librado de ellos, alzaba los pies en el aire, hasta que se encontraban frente a frente y los dedos se entrelazaban entre sí, como si estuvieran en adoración o fuera un viejo barrigudo con sus manos cruzadas delante de su obesa panza. Todo transcurría en pocos segundos.
Imprevisiblemente, comenzaba a improvisar cambiantes expresiones faciales que pasaban de la curiosidad expectante ante sus propias manos, llenas de hoyuelos, a la sonrisa abierta y desdentada, con un intervalo de vacilantes intentos de lloro que se resolvían en el asombroso descubrimiento de que sus rechonchas piernecitas podían estirarse hacia delante y alcanzar el borde de la cuna. Ante este nuevo alterntiva pegaba insistentes golpes contra ella, como quien quiere conseguir alargarla o intenta crecer anticipadamente.
Una vez agotados todos los entretenimientos de propia creación, recurría a su abuela, con una sonrisa engañadora y conquistadora que derretía el corazón. Agitaba los bracitos sin ritmo pero con insistencia para pasar a la fase de los pucheros y desembocar en la culminación del llanto desconsolado de quien no puede alcanzar su objetivo.
La abuela, había declarado de antemano que su papel no era educar, así que le cogía en brazos y jugaba con él, manteniendo un continuo monólogo, que hubiera querido fuera dialogo. La cabeza del chiquitín se mantenía firme y tiesa; contemplaba el mundo por encima del hombro de su abuela, o bruscamente se giraba para investigar que estaba pasando en proa. En otro movimiento rápido miraba de frente inquisitivamente. Entonces se tropezaba con la voz cálida y bien modulada, que le hechizaba durante cortos segundos, en los que giraba la cabeza a derecha e izquierda como quien busca algo que no encuentra, hasta volver a fijarse en la sonrisa conocida de su abuela.
En un arrebato de cariño esta le envolvía en un abrazo suave y pequeño mientras le hablaba al oído y le llamaba chiquitín, gordito, mi sol. Sentía su pequeño y ágil cuerpo, revolverse entre sus brazos, y buscar la libertad. Su corazón no latía como el de su madre, ni temblaba de emoción. Este era un pajarillo que anhelaba su libertad e independencia. Quería descubrir el mundo por sí mismo.

12 comentarios:

  1. Bonito y entrañable relato que me ha hecho recordar mis años de niñez en los que yo también temblaba sólo con oir de lejos la música que acompañaba a la cabalgata.
    Un beso

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  2. No hay nada comparable a la inocencia de un niño y su capacidad de asumir lo que ve.
    Un abrazo fuerte

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  3. ¡Qué corta se hace la vida, Begoña!...yo, últimamente, pienso muchas veces en ello. La prueba de ello es...pues esto...los hijos mayores, los nietos. Yo no tengo nietos aún, pero podría tenerlos.
    Bueno, te comento esto porque lo he visto de fondo en el relato...o al menos, es lo que me ha parecido.
    Tus escritos, son de escritora. Nada de intento...y lo digo de verdad. Se imagina una fácilmente a la niña, en brazos de su madre,su esencia...así como la vitalidad del niño. Tus letras nos los dibujan. Oye, las acuarelas son muy hermosas....¿pintas también?.
    En fin...el "carpe diem"...el paso del tiempo, tema que tanto ha dado que escribir(y lo que dará) a tantos y tantos escritores.
    Un beso, Begoña...y hasta pronto.

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  4. Las acuarelas no son mias sino de una amiga mía. Le pedí me enviara fotos de algunas de sus obras para utilizarlas en mi blog,y, encantadora, lo ha hecho y lo sigue haciendo. No siempre tienen algo que ver con el contenido del post, pero es que tampoco se de antemano lo que voy a escribir. Elijo la que me parece que va mejor y ya está.
    Si mis letras dibujan los personajes es porque la mayoría son reales así como las situaciones aunque no correspondan todas al mismno momento.
    Es cierto que la vida pasa volando a nuestro lado, por eso hay que aprovecharla- no me refiero a hacerlo de un modo materialista - sino porque esto no es más que un paso hasta lo definitivo. Y ese es el que importa, ¿no crees?
    Un abrazo fuete

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  5. Una maravilla de acuarela, trabaja limpio, dando esa luz perfecta en todo momento ¿que importa si es afín al relato? Es como la corona que culmina un trabajo bien hecho. Me ha enternecido tu relato, esos niños inocentes que nos miran, que tiemblan ante lo inesperado, ante aquello que todavía no conocen bien, ante esa incógnita del que sera. Trae recuerdos de la infancia, de nosotras mismas y de otras que han estado cerca de nosotros.
    Gracias por recordar que la infancia es el momento crucial para luego de mayores saber como actuar. Un abrazo

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  6. Se lo diré a Paloma. Tiene planes de hacer un blog o una página web, pero todavía no ha tenido tiempo de hacerlo.
    Me alegro de que te haya gustado el relato. Los niños son tiernos, inocentes, auténticos aunque ya sean picaros. Tienes razón en lo que dices de que la infancia de alguna forma nos conforma: es como la raíz de la que luego crecemos y florecemos.
    Tengo pendiente escribir y te aseguro que no me olvido, pero no sé que hago que el tiempo se me escapa por aquí y por allá.
    Supongo que tu sigues ocupadísima.
    Un abrazo fuerte y lo mismo a tu marido.

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  7. Con tu relato me has hecho recordar mis dias de reyes cuando era una niña y estaba al cuidado de mi amama, dias que no se pueden olvidar jamás.
    La acuarela preciosa, dile a Paloma que se decida a hacer un blog.

    Un fuerte abrazo

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  8. " Lo que no es olvida" eso es algo que escribí como trabajo en unos cursos para mayores en UPV. Y es cierto, hay cosas que no las olvidamos nunca..... mientras Mr Althaimer no aparezca a la puerta, claro está- Tu web va a ser un exito. Leí algo en él, de las antiguas entradas, en la que decías algo sobre Caracas. Me hizo gracia porque yo conozco alguna gente que ha vivido allí y otros que aún viven.
    Un abrazo fuerte y hasta pronto.

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  9. hOLA QUERIDA AMIGA, POR FÍN PARECE QUE MI BLOG VUELVE A LA NORMALIDAD, ASÍ QUE AQUÍ ESTOY A VISSITARTE, UNA ENTRADA MUY TIERNA, LA DISTANCIA DE MADRE A ABUELA ES CORTÍSIMA, YO AHORA QUE CUIDO A MIS NIETOS ME PARECE QUE SON MIS HIJOS, QUE EL TIEMPO NO HA PASADO, CLARO QUE EN CUÁNTO SE LOS LLEVAN SUS PAPIS, ME DOY CUENTA DE QUE SI PASÓ JEJEJE .EN FÍN PERO LOS DISFRUTO QUE YA ES BASTANTE.BESITOS

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  10. Mew alegro que se vayan solucionando las dificultades con el blog. Hubo unos días en los que no aparecian ni los seguidores ni los comentarios. Al rarísimo. Suñpongo que está haciendo mejoras en google, pero en alguna otra ocasión cuando ha ocurrido algo semejante, nos lo advertian o explicaban.
    Es cierto, el tiempo pasa imperceptiblemente y un día nos damos cuenta de que las cosas no son como eran. Pero queda una carretera nueva que recorrer, circuntancias distintas que abren nuevos horizontes. Merece la pena vivir la vida.
    Un abrazo fuerte y hasta la próxima

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  11. Hola¡
    La vida es eso mientras se vive, si no fuera así, sería otra cosa. Creo que he regresado... :-), pero no estoy muy segura. Cada paso que se da se convierte en un puntal y ya sabemos por la experiencia que a veces fallan.
    Muy bella narración, has relatado vida y sentimiento; un equipaje ideal,perfecto.

    Un fuerte abrazo.

    Begoña.

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  12. Me alegro de volver a leer tus comentarios. Espero que sea lo que fuera lo que te ha tenido ausente, todo haya sido para tu bien. Los puntales pueden fallar, pero siempre se puede conseguir otro nuevo
    Un abrazo fuerte

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