LA RÍA DE BILBAO.ACUARELA DE PALOMA ROJAS

viernes, 10 de julio de 2009

VARIACIONES

APRENDIENDO A APRECIAR A LOS DEMÁS.


TERCERA PARTE


En agosto del 1982 tuvo ocasión de volver a su amada Inglaterra.

Dos acontecimientos importantes habían tenido lugar en ese año: la visita de Juan Pablo II a la Islas en mayo; la guerra de Las Malvinas finalizadas con la victoria de Gran Bretaña sobre Argentina en Junio de 1982.

Con respecto a lo primero algo muy significativo había ocurrido; Por razones históricas, el hecho de ser católico - y más aún la figura del Papa de Roma - era considerado ser enemigo del pueblo inglés, traidor a la patria. Durante muchos siglos, los católicos no habían tenido acceso a puestos de responsabilidad pública, ni de resonancia nacional; ciertos cargos y profesiones les estaban vedados. De hecho eran tratados como ciudadanos de segunda categoría.

El caluroso y entusiasta recibimiento que acogió a Juan Pablo II, su visita a la Reina Isabel II en el palacio de Buckingham- hecho impensable hace cinco décadas- el interés demostrado por el Papa por la situación del segundo hijo de la Reina, el Príncipe Andrés, embarcado con la flota inglesa enviada a defender las Falklands contra el ataque argentino, las visitas realizadas a Abadías e Iglesias anglicanas de gran significado religioso, despertaron gran simpatía y respeto entre el pueblo por el Papa polaco.

La cobertura de las distintas Televisiones de la estancia del Papa había desbordado todo precedente: dedicaban la jornada completa a seguían los pasos del Papa.

Sus amigos ingleses le mostraron los distintos vídeos en los que se reflejaba los recibimientos prodigado a Juan Pablo II. Le llamo profundamente la atención el dedicado a presentar la llegada de Juan Pablo II al Estadio de Murrayfield en Escocia. Su entrada en el campo de futbol estaba precedida por una compañía de la guardia escocesa tocando sus gaitas. Sabía que en las antiguas batallas y aún en las recientes guerras, el sonido de estos instrumentos que acompañaba los ataques a las tropas enemigas se dejaban oír por encima del fragor de la batalla y esto prestaba el coraje y la unidad necesaria a los soldados para luchar con valentía, arrojo y heroísmo.

En esta ocasión, el tumulto era tal, que ahogaba el sonido de las gaitas.

Por primera vez en la Historia desde la Reforma los Británicos olvidaron sus rencillas y prejuicios y se volcaron en ayudar a los católicos: los policías no católicas, cedían a sus compañeros católicos la ventaja de poder hacer guardia en aquellos lugares a los que acudía Juan Pablo II. Los habitantes de los pequeños pueblos cercanos a los Estadios en que se celebraban los encuentros con el Papa, se apresuraban a ofrecer a los asistentes, bebidas calientes y alimento, para sus horas de espera antes de que los encuentros tuvieran lugar. Les facilitaban sus propias casas para su aseo personal y cualquier otro tipo de necesidad.

La prensa inglesa definió la visita con una frase reveladora: "El Papá que ha hecho de los católicos ingleses ciudadanos de primera categoría"

Respecto a las guerras de las Malvinas, Los ánimos de sus amigos británicos estaban pletóricos después de su triunfo o de la derrota Argentina, según el ángulo de donde se mirara.

Reclamaban como justa su defensa de las Falklands. Acusaban como ataque injusto e intolerable la pretensión de Argentina de recuperar las islas.

Las aseveraciones sobre este punto caldeaban el ambiente. El orgullo nacional alcanzaba cotas altísimas en las reuniones sociales.

En un momento determinado reclamaron la opinión de un personaje de renombre internacional, presente en aquella reunión, a quién los británicos admiraban mucho por sus puntos de vista equilibrados, su experiencia. La respuesta fue sencilla, aparentemente inocua, suave, pero rotunda: "es como querer matar moscas a cañonazos".

El silencio que siguió a esta declaración fue sonoro. El respeto al personaje era muy alto, su opinión muy valorada, así como su sentido de la equidad.

La definición había abierto brecha en su monolítica actitud ante las reclamaciones de otras naciones.

No hubo aquiescencia pero tampoco rechazo.

En el aire quedo gravitando un interrogante.





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