jueves, 31 de marzo de 2011
UNA VIDA TRUNCADA
martes, 29 de marzo de 2011
UNA VISIÓN PERSONAL DE "ENCONTRARÁS DRAGONES"

lunes, 7 de marzo de 2011
Llevaban ya varios días de travesía y prácticamente todos se habían conocido y compartido comidas, bailes, cine y juegos diversos, incluido un simulacro de salvamento inesperado que había alarmado a los mayores y divertido a los jóvenes.
El barco era de carga y pasaje que en épocas de menor tráfico comercial se dedicaba a realizar cruceros por las cálidas tierras del sur. Los pasajeros tenían acceso a todos los distintos sectores del barco. Las diferencias estribaban en los camarotes, los comedores y salones; pero todo el pasaje disfrutaba de las diversas dependencias con plena libertad.
El sitio más concurrido durante las horas de sol de la mañana y la tarde era la piscina. Estaba emplazada en un espacio amplio en el centro de la cubierta inferior. A babor, estribor y popa estaban colocadas las tumbonas y sillas. El bar estaba instalado al fondo cerrando el cuadrilátero. Las puertas de acceso eran de cristal y según fuera el tiempo se mantenía cerradas o abiertas, dobladas sobre sí mismas.
Allí concurría toda la gente joven, a tomar el sol, darse un chapuzón y sobretodo entablar amistad y hacer planes para las próximas excursiones a tierra en los distintos puertos de atraque.
María tomaba el sol perezosamente desplomada sobre su hamaca. Escuchaba la conversación que los hombres jóvenes de su alrededor pretendían sostener con una actriz de cine que había hecho su espectacular aparición, cuando ya la escalerilla de embarque se estaba retirando. Había salido con precipitación de un coche que frenó ruidosamente ante la escalerilla acompañada de una hermana menor y varias maletas. Se volvió a bajar la escalerilla y las dos mujeres treparon con rapidez hacia cubierta Era una mujer joven de muy buena figura y gran simpatía, consciente de la atracción que ejercía sobre un público no acostumbrado a frecuentar el trato con actrices de cine.
Aburrida de oír la insulsa cháchara a su alrededor, María se desperezó en su hamaca y poniéndose de pie, miró a su alrededor. Giró sobre sí misma mirando hacia el bar y se quedó sorprendida ante la figura que apareció enmarcada en una de sus puertas: alta, esbelta, elegante, con un traje de baño que no se distinguía bien pero que le realzaba la figura con un estilo muy propio; se mantenía erguida, quieta, observando. Le pareció ver que le miraba y sonreía, aunque no podía reconocer su rostro a contraluz. Sin embargo le resultaba vagamente familiar. Desecho la idea, deduciendo que era alguien de los camarotes de primera que todavía no había hecho su aparición y que iba a estar en franca competencia con la actriz de cine.
Se volvió hacía un lado para comentarlo con Marta pero desistió; estaba demasiado entretenida con Pedro como para interrumpir el incipiente romance que parecía iba viento en popa, muy en armonía con el medio en el que se desarrollaba
A su izquierda estaba Roberto, siempre tan empeñado en estar con la más guapa; pensó que era mejor dejarlo en la ignorancia, porque inmediatamente hubiera entablado diálogo con la desconocida echando mano de cualquier excusa, como solía hacer, y dejarla plantada para volver luego como si nada hubiera pasado.
Volvió la cabeza hacia el bar otra vez. Le intrigaba aquella mujer desconocida, tan reservada y contenida. Comprobó que también la desconocida había estado observando a su alrededor y ahora giraba su cabeza hacia ella.
Con un impulso repentino le saludo con un gesto invitador a que se acercara y la desconocida repitió el gesto simultáneamente.
Entonces cayó en la cuenta: era su propia figura la que se reflejaba en la puerta del bar. Se quedó perpleja ante el descubrimiento: verse a sí misma tal como realmente era, como le veian los demás. Por primera vez había tenido una visión objetiva de sí misma y no se había reconocido. Estaba asombrada: uno mismo observándose a sí mismo sin saber que era el objeto observado. Extraña sensación. Mirarse a uno mismo sin verse.
Se volvió a tumbar en la hamaca, cerro los ojos y sonrió para sí misma. No podía comunicar a nadie que había descubierto que tenía una figura espléndida, un cuerpo flexible y elástico como una caña, un movimiento armonioso, proporciones elegantes y un chic innato. Una experiencia nueva y desconocida para ella.
Roberto le hablaba indagando sobre qué disfraz iba a llevar en la baile de esa noche."De mi misma tal como me ven los demás", respondió ambiguamente.