Ese recodo del pasillo era el que le hacía temblar. Había un plafón en el techo pero nunca estaba encendido.
La luz procedente del comedor, al otro extremo del largo corredor, apenas llegaba a la esquina del rincón, y su habitación, situada al final del último tramo, quedaba sumida en completa oscuridad.
Oía las conversaciones de los mayores pero no lograba distinguir lo que decían Sus voces, que al principio eran como las notas aisladas precursoras de una sinfonía, gradualmente adquirían, en su mente, un crescendo frenético hasta culminar en vertiginosos giros infernales, imposibles de dominar.
Por su imaginación pasaban toda clase de personajes grotescos, tenebrosas criaturas de un mundo fantasmagórico.
Su cuerpo- sin que se apercibiera de ello- permanecía tenso y expectante ante la amenaza presentida.
Nunca sabía por donde iba a atacar el peligro. Estaba preparado a defenderse, como todas las noches.
Las voces del comedor se iban apagando poco a poco. A los pasos que se dirigían a las distintas habitaciones le seguía el creciente silencio.
Su madre aparecía, como todas las noches para preguntarle en un susurro: “¿Pero no te vas a dormir?”
Y él replicaba somnoliento, dejando caer al suelo la pequeña espada de madera: “Ahora sí”
Una noche más se había librado del ataque inminente del enemigo que, amenazante, le esperaba agazapado en el recodo del pasillo.
Transcurrido ya parte del invierno, en una noche de febrero en la que un fuerte viento azotaba la persiana, le pareció percibir lo que, al principio semejaba un leve susurro, que lentamente se fue convirtiendo en una voz rota y profunda, premonitoras de algún horror.
Envuelto en un sudor frío, prestó aterrorizada atención. Las palabras ininteligibles se fueron convirtiendo en carcajadas sardónicas y crueles. Pasos casi imperceptibles se iban acercando a su habitación.
Siguiendo un impulso inexplicable en él, se levantó de la cama, su mano asiendo con fuerza el pomo de la pequeña espada. A tientas, salió de la habitación, y palpando la pared avanzó por el corto pasillo, intentado alcanzar el recodo. Cada vez estaba más oscuro el tramo.
Su cuerpo temblaba de forma incontrolada. Asió con las dos manos la espada y la colocó sobre su estómago, apuntado hacia delante. De pronto tropezó con algo duro e inamovible que le impidió avanzar. Arremetió contra el obstáculo desconocido. La espada quedó clavada en algún objeto que no podía ver. Horrorizado, tiró de ella, hasta lograr liberarla. Manos invisibles le proporcionaban empellones de un lado y otro del pasillo.
Ahora oía a los mayores retirarse a descansar; iban andando de puntillas para no despertarle. Nunca encendían la luz para no turbar su débil sueño y fino oído.
El mayor de sus hermanos tropezó con algo cruzado en el suelo del recodo del pasillo. No podía distinguirlo en la obscuridad, parecía un bulto desparramado en mitad de la alfombra. Evitó pisarlo. Se agachó con precaución para palparlo. Era más grande de lo que había calculado. Con sorpresa primero y con alarma después se dio cuenta de que se trataba de un cuerpo pequeño.
“Encended la luz” alzó la voz nerviosamente.
Entonces vio a su hermano menor, pálido, echo un ovillo, pero aferrado a la espada, de la que no se desprendía.
La familia se arremolino alrededor del pequeño, ahora tumbado sobre su cama. No parecía que sufriera ninguna herida, ni rasponazo. Pero mantenía los ojos abiertos con expresión de espanto y no era capaz de proferir palabra. El terror se reflejaba en su rostro.
Su madre le abrazó con fuerza y acarició su pálida cara mientras intentaba tranquilizarlo, y hacerle sentir seguro y a salvó.
El pequeño parpadeo varias veces y consiguió murmurar- solo su madre lo oyó- “Eran muchos y me atacaban por todas partes”.
La madre insistió en quedarse con el durante la noche y vigilar su sueño. El resto de la familia se fue a sus respectivas habitaciones. Poco a poco el pequeño, cogido de su mano, fue recobrando la tranquilidad, hasta que se adormeció y finalmente su respiración adquirió un ritmo normal.
Al verle dormido la madre decidió apagar la luz. Se quedó sentada junto a su cama acariciando su mano. Y en ese preciso instante comenzó a oír los primeros sonidos: los susurros evanescentes, las pisadas casi imperceptibles, las risas ahogadas.
Sorprendida y sobrecogida soltó la mano del pequeño y encendió la luz de la mesilla.
Varias sombras obscuras se escurrieron puerta adelante hasta perderse en el recodo del pasillo.
Me has mantenido intrigada y hasta me has hecho sentir miedo, pues he llegao contigo hasta ese recodo del pasillo ¡El rincón del miedo!
ResponderEliminarBuen relato
Gracias por tus encantadoras palabras. Tu siempre tan alentadora. Me alegro que te haya gustado.
ResponderEliminarUn abrazo fuerte
Buen principio, estupendo desarrollo de la trama y fenomenal final.
ResponderEliminarHola, Begoña...me ha gustado leer tu relato. Muy entretenido y muy bueno. Un beso.
Se te echa de menos en el blog. Debes de estar muy ocupada, ya lo decías en los comentarios. Espero que quedes libre dentro de poco y volvamos a leer tu estupenda poesía.
ResponderEliminarUn abrazo fuerte
mmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmm ufffffffffffffff que miedo me has echo pasar uffffff. Estoy solita y de pronto leyendote ha entrado alguien a preguntar... no le había escuchado de metida que estaba en tu relato jejejeje... que salto he dado... Besitos guapa
ResponderEliminarEstá claro que además de un marcadísimo sentido de la belleza, tienes un gran sentido del humor.
EliminarUn abrazo grande y gracias por tu visia
Muy intrigante tu relato amiga, no se pero al principio pensé que iba de maltrato.Me ha gustado, muy entretenido.Besitos y que tengas buena semana.
ResponderEliminarNo era esa mi intención. Se trata de un trabajo del Taller de Escritura. No siempre es fácil porque el sujetarte a un tema de alguna manera te obliga a ser más disciplinada. Pero ahí vamos, poco a poco.
EliminarBuen fin de semana y un abrazo fuerte.
Ya estoy de nuevo aquí ¿recuerdas Begoña? Ha pasado el tiempo y seguimos unidas, tu recordando y siempre presente, y yo esperando tus cartas y sabiendo que nos comprendemos mucho ¡Intentos de Escritora! Eres fenomenal, hasta pones intriga, y lo mejor sigues aprendiendo, igual que yo. Cuando el médico dijo que estaba muy grave, en un atisbo y sin poder moverme, yo les dije, jejejeje, no tengo tiempo de morirme ahora, tengo que terminar un montón de cosas, yo se que tu me recuerdas en tus oraciones.
ResponderEliminarMe ha gustado un montón tu entrada. Espero que tu hermano siga muy bien. Besos enormes
Cuanto me alegro de saber de ti!!!. Señal de que te encuentras completamente recuperada. Es curioso, ¿verdad? que sin habernos visto nunca, nos entendamos tan bien. Así son las cosas. Claro que me acuerdo de rezar por ti.
ResponderEliminarAhora, a ponerte bien del todo y seguir produciendo arte y belleza.
Mi hermano sigue bien, gracias a Dios.
Un abrazo fuerte y recuerdos a tu marido