LA RÍA DE BILBAO.ACUARELA DE PALOMA ROJAS

jueves, 11 de octubre de 2012

AMORES MULTIPLES




Jeune Couple dans un Verger au Printemp de  Henri Martin


Cuando  eran unos bebés  las madres de Isabel, Leticia y Susana,  se reunían en un trocito de verde en el centro de la urbanización. La amistad de las tres niñas fue echando raíces y sus vidas siguieron la misma trayectoria  hasta hacerse inseparables. 

Fue sus distintas profesiones  lo que las  dispersó. Isabel se trasladó a Copenhague, Leticia  a Estocolmo y Susana  a  Oslo. Planeaban  verse con regularidad. La  distancia entre uno y otro país  no era  grande y los  vuelos frecuentes entre las tres ciudades. 

A pesar de todo su empeño no lo lograron  hasta algunos años más tarde.  El trabajo había sido absorbente y  durante los fines de semana, obligaciones sociales  derivadas de sus trabajos, les había impedido viajar a uno u otro país.

Por fin  en sus próximas  vacaciones de verano, que habían conseguido hacerlas coincidentes, se reunirían por primera vez. Las tres habían determinado  que necesitaban ir a una cálida isla en la que desquitarse de los meses fríos y sombríos de los países nórdicos y calentar sus  huesos bajo el brillante e inmisericorde sol mediterráneo. Sus conversaciones vía Skype vibraban de emoción y nervios ante todas las cosas que tenían que contarse: sus experiencias profesionales, las relaciones sociales,  los hombres que habían conocido, los éxitos  y los fracasos  experimentados. 

Buscaron un hotel pequeño y familiar, frente a una pequeña cala transparente y apacible. Llegaron escalonadamente a la isla y se reunieron en el acogedor salón desierto en aquel momento. Después  de los alborotados saludos y abrazos primeros, pasaron a hablar,  quitándose la palabra la una a la otra, de  la dureza del clima, la diferencia de temperamentos,  las formas de vida tan distintas a las conocidas hasta entonces, la falta de comunicación, la experiencia laboral adquirida, los  contactos profesionales, las nuevas amistades. 

Fue Isabel la primera que abordó el tema: había conocido a un chico danés encantador, divertido. Se lo había presentado un compañero de oficina muy poco después de su llegada a Copenhague. Se veían con frecuencia durante la semana, porque en los fines de semana viajaba a casa de su madre enferma con Alzheimer; desde la muerte de su padre tenía que atenderla. Le había costado la situación pero por otro lado le gustaba su actitud de buen hijo. No podía ocultar que  estaba entusiasmada  con Hans. Todavía no habían formalizado su relación pero estaba segura de que estaba al caer. 

Leticia, sonrió tímidamente y comentó con seriedad:--“Algo parecido me ha sucedido a mi. En mi caso es un sueco, Borj. Vive en el apartamento lindando  con el mio. Bueno, en realidad, solo está en Estocolmo los fines de semana porque el resto de la semana trabaja en Escania. Lo conocí por casualidad, sacando la basura por las noches. Mi bolsa pesaba tanto siempre  que no podía con ella. Vino a echarme una mano y ahí empezó todo. Es abogado, y trabaja en uno de los  bufetes más conocidos de la zona pero es ambicioso y tiene proyectos de establecerse en Estocolmo y montar una firma de abogados con otros compañeros de carrera. Me encanta lo emprendedor que es, la valentía con que encara la vida”

“Tengo que reconocer que no pensaba hablar de ello,- dijo Susana- pero yo también estoy perdidamente enamorada de Harald. No os puedo explicar lo maravilloso que es: a mi me trae loca. Literalmente. No nos vemos mucho, solo por las mañanas, porque yo trabajo por las tardes y él es médico y sus horarios de trabajo son nocturnos .Están mejor pagados y así puede ahorrar para para comprarse una casa en el campo y vivir lejos de la ciudad, donde no le gusta estar. Es un hombre muy hogareño y familiar”

“Quien nos iba a decir que las tres nos fuéramos a enamorar de un nórdico”- suspiró  Isabel. “Que cosas tiene la vida,--continúo,--siempre nos habíamos contado todo, pero esto lo hemos guardado  cada una sin comunicarnos nada. No se, quizás hay cosas que una quiere disfrutarlas sola, porque son demasiado propias, demasiado íntimas para hablarlas por teléfono. En fin, que aquí estamos las tres, suspirando por nuestros hombres y echándolos de menos. No pensaba enseñárosla pero he traído una foto de Hans”,
 Metió la mano  en su bolso, sacó su móvil y buscó la fotografía. Tanto Leticia  como Susana realizaron la misma operación y las tres  se pasaron los móviles una a otra. Reinó un extraño silencio durante unos segundos; las tres alzaron la cabeza y murmuraron a coro: "¡pero si es Hans, pero si es Borj, pero si es  Harald!"  

Cada uno de los móviles  mostraba al mismo hombre  nórdico, un auténtico viquingo, rubio de ojos color cielo mediterráneo, sonriente y luciendo una magnífica dentadura, afable, seductor. Un silencio pesado cayó sobre las tres; se miraban sin verse; casi se podía oír el crujir de sus cerebros  intentando casar  la estrategia de su hombre. 

La primera en hablar fue Isabel: --“¡Como es posible que hayamos sido tan tontas que nos hayamos dejado engañar por este tipo! No se como podía organizarse para quedar con cada una de nosotras sin que notáramos nada. Es indignante. Es humillante. Se me ocurre una idea, a ver que pensáis vosotras. Cada una podemos invitar a nuestro novio a venir unos días a esta isla. Pongamos la misma  fecha de llegada y veamos como se las arregla para ocultar que es la misma persona” 
--“Será piloto”, sugirió Leticia—“Una llamada rápida será lo mejor pero lo tendremos que hacer a distintas horas  porque  de lo contrario  nos encontraremos con que comunica todo el tiempo”. 
--“Cierto”,-- Leticia—“si queréis empiezo yo”. 

Marcó el numero tan conocido y a los pocos minutos oyó la voz entusiasmada de Borj preguntando por sus vacaciones, y por como estaba disfrutando con sus amigas. Leticia fingió gran ilusión y  describió con detalle  lo que habían hecho desde que habían llegado a la isla. Inmediatamente pasó a invitarle a venir a verla cuando más le conviniera porque le echaba mucho  de menos. Con voz decidida quedó en volar el viernes; le pondría un mensaje con su hora de llegada.  

Luego fue Susana la que realizó la llamada y  la voz de Harald sonó sorprendía ante la invitación de venir a verla el próximo viernes—“pensaba que queríais estar las tres solas"—dijo, pero reaccionó inmediatamente—“buscaré un vuelo y te avisaré de la hora de aterrizaje, será estupendo pasar unos días juntos, conoceré a tus amigas del alma”  
Por último Isabel   llamó a Hans  que decidió que no pasaría nada porque, por una vez, dejara a su madre al cuidado de  una tía durante ese fin de semana.

Al día siguiente las tres recibieron sus correspondientes llamadas a través del móvil y se sorprendieron de la audacia del tipo al ver que había quedado en llegar al hotel a las 12 en su versión de Hans, a las 12.30  como Borj y  Harald anunció que para la 1 se presentaría en el hotel.

El viernes llegó. Las tres decidieron que cada una se presentaría sola en el vestíbulo  a la hora fijada con cada uno y se dirigirían a diferentes lugares del hotel.   Querían ver como se las arreglaba para solucionar  su triple  actuación. 

Hans llegó con unos minutos de retraso, su avión había sufrido media hora de demora en la salida  pero había ganado tiempo durante el vuelo: se mostró encantado de ver a  Isabel. La abrazo con fuerza y alejándola un poco de si la contemplo con arrobamiento. Se sentaron en la terraza que daba a la parte de atrás del hotel y que ofrecía una vista maravillosa del pequeño valle que se desplegaba a sus  pies. Expresó con fuerza  lo mucho que la había echado de menos. Lo había pensado muy en serio y había llegado a la conclusión de que era la mujer de su vida y le pedía que se casara con él. “El muy sinvergüenza"—pensó Isabel—"¡como se atreve!”. Pero sonrió y contestó que también ella lo había pensado detenidamente pero necesitaba más tiempo para tomar una decisión definitiva; el matrimonio era algo muy serio. –“Estoy  de acuerdo pero no tardes mucho—contestó Hans—porque el suspense no me va a dejar vivir”

“Sobrevivirás, no me cabe duda” Respondió ella con sonrisa forzada.

Acababan de dar las 12.30 y Hans seguía  conversando de manera relajada; planeaba su futuro con ilusión y sencillez; le gustaban los niños, él había nacido en una familia numerosa. La indignación de Isabel iba subiendo de grados hasta casi estallar. Fue entonces cuando oyó su voz disculpándose por tener que ausentarse brevemente; le preguntó si sabía donde estaban los servicios. Isabel se lo indicó. Volvió a la terraza y se quedo observando que ocurría en la entrada del hotel.

Vio a  Leticia cruzando  el vestíbulo. Espero en tensión para ver que ocurría. A los pocos minutos reapareció cruzando el hall y dirigiéndose al bar. Junto a ella caminaba Hans.  

“¡Atrapado!”—se dijo a si misma Isabel. Decidió no salir de la terraza y ver como planeaba Hans  el siguiente movimiento.

Cinco  minutos más tarde Hans reapareció por la puerta de acceso a la terraza. Venía sonriente y feliz. Silbaba por lo bajo la vieja canción de "Only You". Se sentó junto a ella, le cogió la mano acariciándola con suavidad y cariño. Ella le miró asombrada. Él se sorprendió ante su mirada y preguntó inquieto:--  “¿Ocurre algo? Te notó algo distinta, no se, lejana, desconfiada. No eras así  ¿He hecho algo que te haya molestado?”

“¿Pero como puedes ser tan sinvergüenza?—explotó Isabel

Los ojos de Hans se abrieron como platos y en ese momento Isabel vio pasar  fugazmente a Susana cogida de la mano  de otro hombre rubio y  alto, que le contemplaba con arrobo. 
Pensó  que se estaba volviendo loca o que Hans había buscado a dobles para hacer su triple papel. Se volvió furiosa hacía él. 

En ese preciso instante  hicieron su aparición en la terraza sus dos amigas colgadas del brazo de dos replicas de Hans. Este se levanto rápidamente con cara de sorpresa y se dirigió hacia ellos. Saludo calurosamente  a cada uno de los hombres y beso a cada una de las mujeres. Se volvió sonriendo a Isabel y con voz alegré le comunicó: --“Estos son mis hermanos, Borj y Harald. Somos trillizos. Y exactos. Lo único que nos distingue es la voz. Por razones de trabajo vivimos en distintos países pero somos daneses de nacimiento. Somos poco comunicativos por lo que se ve y guardábamos nuestros amores para nosotros mismos”. 

Isabel tuvo que ser asistida por su futuro cuñado Harald, que dictaminó que  había sufrido un ligero desmayo que él achacó a un exceso de exposición al sol mediterráneo.

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