Pareja de enamorados de Henri Martin |
Llevaba algún tiempo en el paro sin muchas esperanzas de conseguir un nuevo trabajo. Inesperadamente surgió la posibilidad de trabajar como secretaria de una conocida escritora, que varios años atrás, quedó inválida después de sufrir un grave accidente de coche. No se vale por si misma y necesita una persona que le acompañe en sus diarias salidas en silla de ruedas, además de desempeñar el trabajo de secretaria. El horario es absorbente pero el sueldo es muy bueno, así que acepté.
Alejandra, así se llama, tiene un sistema de trabajo muy personal. Cada día salimos unas horas por la mañana y por las tarde a pasear por la ciudad. Observa y escucha a la gente con quién nos cruzamos y toma notas en un pequeño cuaderno que lleva siempre consigo. A veces, nos paramos simulando mantener una corto dialogo,mientras, mi escritora registra datos de personas o jirones de conversaciones que le llaman especialmente la atención. Una vez en casa, yo le ayudo a pasar sus notas al ordenador. Ambas disfrutamos con el trabajo.Poco a poco, Alejandra perfila los personajes, construye una trama, crea una atmósfera. De vez en cuando me atrevo a hacerle algunas observaciones y sugerencias que escucha con interés. Me llama la atención lo receptiva que es.
La rutina diaria es siempre la misma. A primeras horas de la mañana recorremos el paseo paralelo al río, que, a pocos metros desemboca en mar abierto. Los árboles que bordean la avenida, proporcionan sombra cuando avanza la mañana y parecen traer el ambiente del campo a la ciudad. Habitualmente nos cruzamos con los mismos transeúntes.Van a paso ligero en dirección opuesta a la nuestra, hacia el corazón de la ciudad.
Entre las muchas personas que nos hemos cruzado en nuestras correrías en los meses que llevó trabajando con Alejandra, nos llamó la atención un hombre joven de mediana estatura, y andar decidido, lleno de la fuerza propia de una persona en la plenitud de sus facultades. En su rostro, atractivo sin ser guapo; destacaban un par de ojos vivos de mirada inteligente que parecen interrogar a la vida, buscar respuestas nuevas a cuestiones eternas.
Un día cualquiera de principios del otoño, apareció una mujer joven en el horizonte. Él y ella se saludaron; parecían conocerse de una manera superficial. Continuaron juntos el camino hacía el interior de la ciudad. La conversación era irrelevante, simple intercambio de formalidades:
--Tú también estás en la universidad, creo haberte visto alguna vez...
--Tú también estás en la universidad, creo haberte visto alguna vez...
--Sí, pero no soy tan popular como tú--dijo la mujer joven riendo--tienes encandilados a los alumnos con tu apertura de mente y teorías rompedoras.
--Hay que hacerles pensar-- respondió él con una sonrisa complacida.
--Hay que hacerles pensar-- respondió él con una sonrisa complacida.
--¿Te vi el otro día en la conferencia del Rector de la Universidad XXX?, preguntó a continuación.
--Sí, me gustó, pero disfruté más con la conferencia de Lorenzo Silva, sobre su premio Planeta.
--Sí, me gustó, pero disfruté más con la conferencia de Lorenzo Silva, sobre su premio Planeta.
El invierno siguió su curso. Observamos, entonces,que no se encontraban casualmente, sino que se esperaban al principio del paseo. La conversación era animada, tenían temas comunes,compartían puntos de vista; sonreían, reían, no se fijaban en el resto de los transeúntes.
El hombre joven exponía con entusiasmo sus puntos de vista sobre lo que debía ser la Universidad: un lugar de investigación, una proyección de ideas y formas nuevas. Ella compartía sus puntos de vista;también tenía ambiciones de mayor conocimiento y deseos de aprender.
El hombre joven exponía con entusiasmo sus puntos de vista sobre lo que debía ser la Universidad: un lugar de investigación, una proyección de ideas y formas nuevas. Ella compartía sus puntos de vista;también tenía ambiciones de mayor conocimiento y deseos de aprender.
La primavera hizo su aparición y Alejandra sonreía al ver que la distancia física entre ambos era cada vez más estrecha, hasta que acabaron enlazados por la cintura ó cogidos de la mano.Sólo tenían ojos el uno para el otro.La complementariedad era evidente. La conversación fluía, el juego eterno del coqueteo cristalizaba en una relación más sólida. Por mucho que Alejandra y yo intentáramos oír lo que decían era difícil saber de qué hablaban. Las palabras eran íntimas y destinadas a un solo oyente.
Con la llegada del verano todos huimos hacia otros horizontes. Alejandra y yo nos fuimos de vacaciones. Ocupamos esas semanas perfilando su novela.
El principio de curso trajo al hombre y la mujer jóvenes al mismo paseo. La relación entre ambos era menos alborotada, más serena. Se esperaban al principio del paseo para emprender el camino junto. A veces era ella la que llegaba jadeante y sonriente, otras veces era él quien se retrasaba y pedía disculpas. Una vez reunidos, él arropaba la espalda de ella con su brazo y reanudaban su conversación. Alejandra ponía todos los medios para poder escuchar lo que hablaban: él expresaba acaloradamente su irritación por las actuaciones de otros profesores sin inquietudes que tan solo cumplían sus horas sin molestarse en ampliar saberes: lo calificaba de “ignorancia culpable” porque iba en detrimento de los alumnos.
--Su inercia me indigna, comentaba con enfado, porque tienen todos los medios para investigar. Eso, pensar, preguntarse--casi gritaba
--Su inercia me indigna, comentaba con enfado, porque tienen todos los medios para investigar. Eso, pensar, preguntarse--casi gritaba
Inesperadamente, llegó el invierno con su aire húmedo y sus rachas de viento gélido. Alejandra observó que en algunas ocasiones,uno de ellos recorría el camino en solitario, aunque al día siguiente, volvían a encontrarse, entrelazaban las manos y acompasaban el andar. La conversación era más seria, menos fluida, las sonrisas menos frecuentes.Las miradas cómplices se tornaron inquisitivas, indagadoras.Su conversación versaba sobre tópicos menos personales: el último libro leído,la última película visualizada.
Por fin la primavera volvió a hacer su ruidosa aparición,llena de colorido y aromas nuevos. Durante días consecutivos, solo apareció el hombre joven en el paseo. Su paso era rápido; su mirada seria, distante. No había expectativa en sus ojos,ni la alegre marcha despreocupada de alguien lleno de planes e ilusiones.
La mujer joven no volvió a aparecer. Alejandra y yo la volvimos a ver en alguna ocasión en una calle paralela al paseo; se dirigía hacia el centro urbano por el interior de la ciudad.Caminaba seria, iba a su ocupación.Había perdido el andar ligero y juvenil. Seguía manteniendo la cabeza erguida.Pero su expresión revelaba el paso de la experiencia y la desilusión. Parecía estar herida.
--La misma historia de siempre, refunfuñé por lo bajo.
--No, no es eso, replicó Alejandra. Para ellos ha sido uno de los eslabones que dejará huella,conformará sus vidas. No de una manera definitiva quizás, pero añadirá un elemento más a su bagaje vital.
--No hay una historia de siempre, musitó Alejandra. Cada uno tenemos nuestra propia historia.
--No, no es eso, replicó Alejandra. Para ellos ha sido uno de los eslabones que dejará huella,conformará sus vidas. No de una manera definitiva quizás, pero añadirá un elemento más a su bagaje vital.
--No hay una historia de siempre, musitó Alejandra. Cada uno tenemos nuestra propia historia.
Cierto, Begoña. Cada uno tenemos nuestra propia historia, pero también, al estar regidos por leyes más o menos iguales y por sentimientos similares, las historias se parecen.
ResponderEliminarUna bonita historia, la de la escritora que escribe sobre otra escritora. Un abrazo.
Es cierto lo que dices, las historias suelen tener componentes similares, pero cada uno las vivimos como únicas.
ResponderEliminarAl volver a releer el relato, veo que hay muchas cosas que corregir. Es curioso, pasas tiempo reescribiéndolo,y luego te das cuenta de todos los errores.
Gracias por tu comentario
Un abrazo y hasta pronto
Qué bien narrada esta "no historia de siempre".
ResponderEliminarHe disfrutado leyéndote.
Un abrazo.
Gracias Ars Vitae. Me alegra mucho que te parezca bien narrada. Pero que difícil es escribir realmente bien.
ResponderEliminarUn abrazo fuerte
Me ha encantado esta historia y me gusta mucho el final, la última frase, creo que es cierto lo que dice Alejandra.
ResponderEliminarMe gusta el contenido y la forma de tus relatos.
Gracias por compartirlos.
Un beso.
Gracias Rosa. También yo creo, como tu y Alejandra, que cada cual tenemos nuestra propia historia. Me alegra que te guste el contenido y la forma. Me encanta compartirlos con con todos.
EliminarUn abrazo grande
¿Es tuya?...¡es una preciosidad!..madre mía..cómo has aprendido,amiga....¿Por qué no inicias una novela?. Aprovecho para desearte felices fiestas navideñas en compañía de tus seres queridos y con mucha salud. Un beso grande
ResponderEliminarSí, yo soy la curiosa escritora, que veo algo y se inventa o interpreta el resto.
ResponderEliminarMuy Felices Navidades. Me acordaré de ti, junto al Nacimiento.
Un abrazo muy fuerte y Feliz Año nuevo
Gracias, amiga. Yo haré lo mismo.
ResponderEliminar.
ResponderEliminarMuchas gracias. Felicidades otra vez.
Un abrazo fuerte