DUEÑA DEL MUNDO
Se había librado del ambiente opresor de su propio entorno. Hacía unos meses que había tomado la decisión de trasladarse a otro país e intentar ganarse la vida, lejos de su familia, de las antiguas amigas impuestas por las circunstancias y de las nuevas y verdaderas amigas buscadas y descubiertas por ella misma.
Se había librado del ambiente opresor de su propio entorno. Hacía unos meses que había tomado la decisión de trasladarse a otro país e intentar ganarse la vida, lejos de su familia, de las antiguas amigas impuestas por las circunstancias y de las nuevas y verdaderas amigas buscadas y descubiertas por ella misma.
Ahora se sentía ligera, dueña de sí misma, plena de vida y de poder, libre de los prejuicios sociales de una ciudad de provincias.
No conocía a nadie o casi nadie en la ciudad cosmopolita, pero no le importaba. Ella sí les conocía. Podía adivinar acertadamente sus vidas, sus trayectorias, su grandeza, las pequeñas historias personales.
Y cuando se conoce se posee.
El mundo era suyo.
Los miraba con superioridad: "no soy nadie para vosotros, solo una extranjera sin importancia, pero yo sí sé quienes sois, conozco vuestras capacidades, vuestras limitaciones, vuestro injustificado orgullo, vuestras mezquindades y vuestras grandezas.
Sois admirables en algunos aspectos y despreciables en otros. Miráis por encima del hombro y hacéis caso omiso de quien pasa a vuestro lado. Si me hubierais conocido en mi país de origen, vuestra actitud cambiaría a un talante servil y halagador, mucho menos sincero".
Siguió andando por una de las arterias principales de la metrópoli, llena de una muchedumbre abigarrada y reverberante.
Se irguió con orgullo, miró al frente retadoramente, su cuerpo se movía con agilidad, seguridad, con la gracia y fuerza de las personas dueñas de sí mismas.
Nadie se enteró pero ella había ganado la batalla y era la dueña del mundo.
De su mundo irreal e ilusorio.
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