domingo, 4 de julio de 2010
MISCELANEAS
sábado, 3 de julio de 2010
No es fácil compartir el dolor. Ni aún con las personas con las que mejor te entienden y mejor te quieren. Y a las que más quieres. Y las que más entiendes.Transmitir los propios sentimientos del alma y del corazón, es relativamente fácil, cuando se quiere a quién se habla. Pero percibir o recibir el mensaje de quién nos confía su dolor o su laegría, en el idéntico tono y las mismas notas con que nos ha sido comunicado, es una operación de la que nunca se está seguro de haber realizado con acierto. Por la sencilla razón, de que cada cual entendemos el mensaje a través de nuestras propias formulas mentales o afectivas. Y estás no son identificas en el emisor y el perceptor porque cada individuo tiene su propia idiosincrasia, su personal y única manera de ser, de sentir, de percibir.
Es dificil la identificación por mucho que queramos entender a aquellos que amamos. Y estoy hablando de personas que se quieren y se entienden.
Siempre queda un pequeño vacío, imposible de completar. El vacío que nace de la realidad de que cada uno es único, intransferible; se puede comunicar pero no siempre es posible identificarse.
Es parte de la limitación humana
Creo, además, que es bueno y necesario porque así hay complementariedad. Y por lo tanto se genera riqueza interior, mayor crecimiento en la capacidad del conocimiento propio y ajeno, mayor entendimiento de la realidad, aumenta la capacidad de comprensión hacia los demás, porque nos damos cuenta de que parte de su sufrimiento o alegría se nos escapa y por lo tanto brota un más grande afán de cercanía, de deseos de servir de ayudar.