LA RÍA DE BILBAO.ACUARELA DE PALOMA ROJAS

miércoles, 12 de octubre de 2011

HE VUELTO.... AUNQUE CON MUCHO RETRASO

Este año he tenido la suerte de poder entrar en las clases de ESCRITURA CREATIVA que se imparten en la Biblioteca Municipal de Villamonte.
Uno de los trabajos que tuvimos que hacer (voluntariamente, nada es obligatorio) fue el desarrollo del siguiente tema que nos fue entregado como sugerencia de una historia.
Me sorprendió poderosamente la cantidad de versiones distintas que se pueden hacer sobre una misma cuestión . Y me he quedado maravillada de creatividad de mis compañer@s de clase.
He decidido subir mi versión, después de introducir algunos cambios que me fueron sugeridos. Tengo que decir que no he quedado nada satisfecha del resultado, pero tengo en mi defensa que acabo de empezar las clases. Y también tengo que declarar que me pareció una situación difícil y algo escabrosa la que se nos proponía.
Este era el guión introductorio:
"Un hombre se traslada a vivir a una casa que está al lado de la casa de su hija una jovencita que no sabe que su nuevo vecino es su padre. El hombre, llamémosle Frank - no le dice a la muchacha, que podría llamarse Wanda - que es hija suya. Se hacen amigos y, a pesar de la diferencia de edad, ella comienza a sentirse atraída sexualmente or él."


ACUARELA DE PALOMA ROJAS
Gorliz-Altamira
ORIGEN DESCONOCIDO

Le agradaba que el cottage lindando con el suyo se hubiera alquilado por fin. Y sobretodo le gustaba el nuevo inquilino: un hombre atractivo sin ser guapo, en sus mediados cuarenta llenos de fuerza y virilidad. Una posibilidad para que la vida rutinaria y aburrida de Wanda Werner y su trabajo de ayudante en la Biblioteca Municipal del pueblo tuviera la oportunidad de ser menos monótona. Recientemente se había trasladado a Inglaterra, tierra de origen de su padre, ya que ofrecía mejores oportunidades profesionales.

Siempre le habían gustado los hombres maduros, desde que su madre le explicó cuando pudo entenderlo, quién había sido su padre: un compañero de curso, un irresponsable de 18 años que nunca se hizo cargo de ella, sino que la rechazó desde el primer momento del embarazo y acabó abandonando a la madre y a la hija a su propia suerte. Incluso había llegado a maltratarla y amenazarla con arrebatarle la criatura. Habían sobrevivido gracias a que en su tierra de origen las madres solteras tenían toda suerte de ayudas y respaldos para estas circunstancias. Desaparecieron sin dejar rastro y nunca volvió a saber nada de él.

Wanda creció con un rechazo visceral hacía quien le había engendrado Nunca en su vida, y ya tenía 25 años, había considerado la posibilidad de averiguar quién pudiera ser su padre biológico. Y cuando su madre murió llevándose el secreto, ella se alegró de no saberlo. Desde lo más profundo de sí misma despreciaba a aquel ser que había hecho sufrir a su madre y no había querido conocerla a ella.
Wanda no perdió tiempo en encontrar razones plausibles para visitar al vecino, darle la bienvenida y ofrecerse para todo aquello que pudiera necesitar, ya que el centro comercial de Upton on Hill estaba situado a cierta distancia de su vivienda.

Cada mañana él recorría en coche la distancia de su casa a la estación de ferrocarril para coger el tren de las 8.30 de la mañana a Londres. Acercarla a la Biblioteca Municipal se convirtió en una rutina establecida.

Además de esto, Frank Huntington, así se llamaba el vecino, requería con cierta frecuencia orientación sobre las flores a plantar en el jardín de la parte de atrás, y buscaba consejo sobre como decorar la casa, qué productos de alimentación eran los más ventajosos, en cual de las carnicerías del pueblo adquirir la carne, y miles de pequeños detalles de organización doméstica

Wanda, vivaracha e imaginativa, descubría motivos para visitar a su vecino con cierta frecuencia, invitarle a cenar en su propia casa, u ofrecerse a cocinar la cena en casa de Frank ya que él era poco ducho en esto.

Él parecía disfrutar con estos encuentros y gradualmente se fue creando un ambiente en el que la amistad se consolidaba y la conversación fluía con espontaneidad. Compartían muchos intereses comunes y sus puntos de vista sobre aspectos, valores y prioridades en la vida parecían confluir. Esta concordancia en su visión de la existencia en general hizo que Wanda se sintiera impelida a contarle su vida que él escuchó con profundo interés, respeto y delicadeza. Sus ojos brillaron con una luz especial y ella creyó percibir que desde ese momento el trato de él hacia ella había adquirido un cierto tono sutil que no podía descifrar pero que se le antojó ver reflejado en una mayor cercanía y cariño en el trato.

Según iban transcurriendo los meses, los encuentros fueron cada vez más frecuentes y las conversaciones se alargaban durante horas. Wanda se sentía cada vez más atraída por este hombre serio, considerado y delicado. Sin embargo observaba en él una casi imperceptible reticencia a reflejar ningún sentimiento afectivo personal y una indescriptible disposición de reserva.

Pero llegó un día en el que Wanda despertó a la realidad de que Frank no solo era un buen amigo, sino que había provocado en ella la necesidad de depositar su cariño y su amor en quien le ofrecía todo el atractivo físico y humano de un hombre maduro. Era la personificación de lo que había sido su concepto de un hombre integro que merecía ser amado sin reservas. Le desconcertaba, sin embargo, que Frank nunca diera signos de tener ningún interés especial por ella como mujer, aunque era evidente que disfrutaba mucho en su compañía.

Decidió tomar la iniciativa y aclarar aquella relación que le estaba resultando tan desasosegante. Ya habían pasado varios meses desde que se conocieron; le pareció que la situación estaba estancada y que había que romper la situación con una declaración abierta y clara de sus sentimientos. Esa noche habían proyectado ir a cenar a un restaurante pequeño y recoleto en el corazón de Soho y decidió que esa sería la ocasión perfecta para hablar con franqueza. Se disponía a abordar el tema, cuando inesperadamente él asió sus manos con fuerza mirándola a los ojos con una expresión indescifrable. Se armó de valor y titubeante pero decidida comenzó a expresar sus sentimientos, de manera clara y directa. Descubrió con dolor que Frank retiraba sus manos con un movimiento brusco y reaccionaba de manera insospechada, como quien ha recibido un golpe inesperado. Sus palabras fueron desconcertantes, le pidió perdón por la impresión equivoca que podía haber proyectado. Lamentaba mucho que su comportamiento le hubiera llevado a la conclusión errónea de que él sentía algo similar por ella. Terminó la cena de modo precipitado y se despidieron de forma incómoda y embarazosa.

Al día siguiente Wanda descubrió que la casa estaba cerrada y que Frank no había pasado a buscarla para ir al l trabajo.

Dos días más tarde recibió una carta. Reconoció la letra de Frank.

Querida hija:
Yo soy el padre que tu odias, el que crees que te abandonó y vejó a tu madre. Pero creo que tienes derecho a escuchar mi versión de los hechos. Tu madre y yo éramos unos irreflexivos jóvenes, que cifrábamos el amor en el sexo. Cuando tú llegaste, yo quise responsabilizarme de ti, pero a tu madre no le interesaba, De hecho tengo la sospecha, por su comportamiento posterior, que quiso tenerte para asegurarse todas las ventajas que su país de origen ofrecen a las madres solteras, como un seguro de vida. Yo te busqué y puse todos los medios para poder verte con regularidad, compartir con tu madre las responsabilidades respecto a ti, pero no me dejó. Puso todas las dificultades que burocráticamente encontró para dificultarlo.
Al cabo de unos años, me casé con una mujer adorable. Tuvimos cuatro hijos, dos chicos y dos niñas, pero toda la felicidad que rodeaba mi vida desapareció el día en que la furgoneta con los cinco chocó frontalmente contra un camión que venía en la dirección contraria. Murieron instantáneamente.
Mi vida quedó truncada. Al principio estaba tan anonadado que parecía no sentir nada, la vida perdió su sentido, me refugié en el trabajo hasta la extenuación, viajé, visité a mi familia en Escocia, realicé largos viajes de trabajo. Acabé decidiendo que debía cambiar de casa, de ambiente, de ciudad, buscar la tranquilidad de un pueblo.
Evelyn, mi mujer, supo de tu existencia desde el principio de nuestra relación. Juntos realizamos una profunda investigación sobre tu paradero. Fue después de que toda mi familia desapareció cuando me llegaron noticias fidedignas sobre ti. De hecho, fui a vivir a Upton on Hill porque había averiguado donde vivías. Pude alquilar la casa adyacente a la tuya.
Quería acercarme a ti para ver el mejor modo de abordarte y abordar el tema de mi paternidad, porque sospechaba lo que pensabas de mí.
Nunca cruzó por mi mente que pudieras ver en mi un hombre del que pudieras enamorarte. Pero algo debí de hacer mal. A mí me guiaba el amor paternal y no llegué a captar que el tuyo no era un amor filial, sino el afecto de una chiquilla espontánea y necesitada de amor.
En nuestra última cena juntos, estaba a punto de afrontar el tema de tu origen y nacimiento, cuando me sobrecogiste con tus palabras. Solté tus manos inmediatamente y no supe como actuar. De ahí mi reacción tajante y brusca. No encontraba palabras para aclararte la verdadera situación.
Para mi tu serás siempre la hija que perdí y que quería recuperar. Espero que ahora que conoces la realidad, puedas ver en mi a tu padre, que te ha querido siempre, aún sin conocerte. Y te quiere aún más desde que te ha conocido y ha visto la maravillosa criatura en que te has convertido.
Dejo en tus manos cuando volver a vernos. Comprendo que la situación puede ser difícil para ti. Tu puedes contar con todo mi cariño de padre
John Hutton
Ese es tu verdadero apellido. Frank Huntington nunca existió.